domingo, 14 de junio de 2020

Negros y franceses (libros de 2020, 7/x)

El fin de semana pasado apareció mi hermano en casa con este librillo (Corazón que ríe, corazón que llora. Maryse Condé -traducción de Martha Asunción Alonso-. Impedimenta, 2019, 3ª ed.), y me lo echó para que lo leyese. Supongo que debió de escucharlo recomendar en algún podcast o algo así; se lo pregunté, porque es muy raro que compre libros, pero, en su línea, no soltó prenda... en fin.

El libro relata las memorias de infancia de Maryse Condé, escritora francesa galardonada en 2018 con el primer "Nobel alternativo de Literatura". La mujer, guadalupeña, es francesa de pleno derecho (Guadalupe es "tan Francia" como pueda serlo Borgoña o Bretaña; no tiene un estatus diferente del de otras Regiones). Pero también es negra, como tantos antillanos. Y además es, en su contexto, de buena familia burguesa: hija de funcionarios bien posicionados dentro de la administración francesa. Y, por último, es la menor y mimada de ocho hermanos. Todos estos rasgos se entremezclan de forma tan agradable que, como veis, no me ha durado mucho: capitulillos cortos e interesantes, letra grande... y un paisaje medianamente "conocido": pues sobre Guadalupe iba el artículo que conseguí sacar en mi año en Dijon; total, que me lo he leído con ganas. Si bien aborda desde la óptica infantil de la narradora el descubrimiento de las diferencias de clase o el racismo (significativo por ejemplo cómo sus padres, de vacaciones anuales en París, se indignan con los camareros que se sorprenden de "lo bien que hablan francés", reclamando que ellos son más y mejores franceses, cultivados y con mundo), el libro es sobre todo una colección de anécdotas de la vida de una niñita antillana bien en los años 50; un contexto muy particular y seguramente desaparecido, pero muy entretenido de leer.

martes, 9 de junio de 2020

El Kruger antes del Kruger (libros de 2020, 6/x)

He tardado en terminar la relectura de este libro; de una porque es gordito y no está en el inglés más fácil de la historia, y de otra porque curiosamente en esta cuarentena estoy sacando menos tiempo para leer del que solía, al entretenerme mucho más con el ordenador... bueno, o no tan curiosamente, teniendo en cuenta que vengo de un periodo de un año en que cada día caía más de una hora de metro y cercanías...

Al lío. Tras mi primera visita al Kruger, hará pronto tres años, quedé enamorado del ambiente de la zona, y a mayores de muchas más guías de naturaleza sudafricana de las necesarias, me compré también tres libros más histórico-novelados sobre la zona. Dos de ellos (South African Eden y Memories of a Game Ranger) los releí ya el año pasado: son libros de memorias de respectivamente el primer director y uno de los primeros guardas del Parque Nacional, y cuentan historias del Kruger a inicios del S. XX. El libro que nos ocupa (Jock of the Bushveld, de Sir James Percy FitzPatrick, publicado originalmente en 1907), y que me tuvo ocupado a lo largo de mayo, es también un libro de memorias, a la par que una de las obras clásicas de la literatura sudafricana, y se refiere a una etapa anterior: la Sudáfrica aún-no-Sudáfrica "de entreguerras" (de entreguerras Boers, quiero decir), en que la República de Transvaal estaba aún en un sí-pero-no en su relación con el Imperio Británico, y buena parte de las tierras entre esta zona y las cataratas Victoria no estaba aún bajo dominio colonial. En esta época, pues, el protagonista del libro nos cuenta sus memorias de juventud en relación con su perro, Jock, el que da nombre al libro. Es en este sentido una obra muy en línea con otras de la época de aventuras juveniles en tierras semisalvajes, tipo las de London o Twain. El protagonista se dedica al comercio y transporte de mercancías en carretas tiradas por largas yuntas de bueyes entre Delagoa Bay (ahora bahía de Maputo, en Mozambique) y las ciudades interiores de Barberton y Lydenburg, siguiendo una ruta que atraviesa la región del bushveld en lo que ahora es el Parque Nacional. El libro, que es sobre todo una historia de amistad entre el protagonista y su perro, aprovecha cada uno de esos recorridos para ir dando pinceladas no demasiado sistemáticas (y que por eso tampoco aburren) sobre los parajes que va atravesando la ruta, las gentes muy variadas que surgen en el camino (arrieros y comerciantes, buscadores de oro, nativos...) y sus costumbres, el oficio de guiar carretas y la fauna local; esta sobre todo a través de las muchas expediciones de caza que ambos protagonistas emprenden para buscar algo que echar al caldero cada vez que la caravana se detiene. Este contenido, que representa lo principal de la obra, se me hace entretenido y fácil de leer, y consigue bien que el lector se meta en las escenas y capte la esencia de los personajes descritos. Digo esto porque el libro tiene como un par de añadidos, una especie de primeros y últimos capítulos en que el escritor reflexiona de una forma más filosófica y "distante" sobre su yo del pasado que se me hacen terriblemente tediosos.
El libro, por lo demás, tiene también su potencial parte de polémica. Sin el autor tratar particularmente sobre las relaciones entre razas, el contexto al que hace referencia es el que es, y aunque hay personajes nativos con mucha importancia en la obra, esta desde luego está escrita desde la perspectiva del que ve su cultura británica como superior a la local, de forma que lo natural es que domine sobre ella. Es por esto que, más aún tras el fin del Apartheid, el libro ha sufrido mucho revisionismo, y hay varias ediciones circulando con cambios y recortes en el texto. La que leí yo (Colección Modern Classics de Penguin Books, 2007) sí respeta el texto original de la obra, pero en cambio no recoge las ilustraciones originales que daban mucha viveza a una obra publicada al principio como historias sueltas en un periódico.
Puede que desde la perspectiva actual este libro ya no se vea con los mismos buenos ojos de "historias de aventuras para niños" que lo hicieron tremendamente popular en sus orígenes, pero ciertamente ofrece un punto de vista de primera mano muy interesante (y estrecho y parcial, sí) sobre una región casi aún en plena fase de conquista, donde la épica poco tiene que envidiar a la de narraciones similares situadas en el salvaje Oeste.