El fin de semana pasado apareció mi hermano en casa con este librillo (Corazón que ríe, corazón que llora. Maryse Condé -traducción de Martha Asunción Alonso-. Impedimenta, 2019, 3ª ed.), y me lo echó para que lo leyese. Supongo que debió de escucharlo recomendar en algún podcast o algo así; se lo pregunté, porque es muy raro que compre libros, pero, en su línea, no soltó prenda... en fin.
El libro relata las memorias de infancia de Maryse Condé, escritora francesa galardonada en 2018 con el primer "Nobel alternativo de Literatura". La mujer, guadalupeña, es francesa de pleno derecho (Guadalupe es "tan Francia" como pueda serlo Borgoña o Bretaña; no tiene un estatus diferente del de otras Regiones). Pero también es negra, como tantos antillanos. Y además es, en su contexto, de buena familia burguesa: hija de funcionarios bien posicionados dentro de la administración francesa. Y, por último, es la menor y mimada de ocho hermanos. Todos estos rasgos se entremezclan de forma tan agradable que, como veis, no me ha durado mucho: capitulillos cortos e interesantes, letra grande... y un paisaje medianamente "conocido": pues sobre Guadalupe iba el artículo que conseguí sacar en mi año en Dijon; total, que me lo he leído con ganas. Si bien aborda desde la óptica infantil de la narradora el descubrimiento de las diferencias de clase o el racismo (significativo por ejemplo cómo sus padres, de vacaciones anuales en París, se indignan con los camareros que se sorprenden de "lo bien que hablan francés", reclamando que ellos son más y mejores franceses, cultivados y con mundo), el libro es sobre todo una colección de anécdotas de la vida de una niñita antillana bien en los años 50; un contexto muy particular y seguramente desaparecido, pero muy entretenido de leer.
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