sábado, 27 de febrero de 2021

Estampas subsaharianas (libros de 2021, 3/x)



Ya ha caído el segundo de los libros de Reyes: Ébano, de Ryszard Kapuściński. ¿Sabéis quién es? Yo no lo sabía, y el libro tampoco es que ayude; ya lo veis en la contraportada (voy a ver si me acostumbro a subir fotos de ambas caras del libro en estas entradas): un largo texto de un señor que tampoco sabemos quién es diciendo que el libro le gustó, y apenas una mención a que Kapuściński fue premio Príncipe de Asturias y a sus otros libros publicados por Anagrama. No sé, me hubiera gustado una breve indicación sobre de qué va el libro y quién era este caballero...

Para los propósitos de esta entrada ya os lo cuento yo. Kapuściński fue un periodista polaco, presente en buena parte de las revoluciones acaecidas en convulsas décadas centrales del S. XX. Y Ébano recoge una colección inconexa de "escenas": capítulos breves, en general sin conexión entre ellos, que narran historias de distintos años y países; recuerdos del autor tras 40 años cubriendo noticias en África subsahariana, desde la independencia de Ghana en 1957 hasta los últimos conflictos de los 90 y la entrada de estos países en el S. XXI. Muchos de estos capítulos, en general los que narran historias más costumbristas (descripción de la vida cotidiana en tal o cual región), hacen que el autor me caiga un poco gordo: el tufillo de fondo es que "África es un mundo tan complejo y distinto que tú, occidental poco informado, eres incapaz de entender lo que sucede en esas tierras, lo que pasa por las mentes de sus gentes; así que ya te lo explico yo, que sí que he conseguido penetrar sus secretos... tú siéntate y escucha calladito". Ciertamente el desarrollo de la Humanidad en África subsahariana ha seguido rutas distintas a las que experimentó la mayor parte del globo: hasta prácticamente el S. XX, y debido en buena medida a condiciones ambientales mucho menos domeñables que en otras latitudes, ha sido un continente casi sin países, sin imperios ni fronteras, sin potencias hegemónicas ni culturas dominantes; y eso ha dejado una huella en la forma de ser y de pensar de sus habitantes que sí, resulta a veces chocante... pero siento que el autor se empeña en dar un peso muy grande a lo diferente, obviando que hay un estrato común mucho más fuerte: que todos somos, en esencia, humanos. Mi brevísima experiencia viviendo en Sudáfrica, más mis conversaciones con una amiga que ha vivido varios años en Senegal y Gabón, van en una línea mucho más similar a la que destila también el primer libro de este año: que más allá de diferencias culturales secundarias, hay buena gente y cabrones en todas partes, y es muy fácil calarlos...

Me he alargado un poco hablando de lo que no me ha gustado del libro, pero en esencia, en conjunto, sí me han gustado los paisajes que pinta; es más, los capítulos más periodísticos (el derrocamiento de Samuel Doe en Liberia o el golpe de estado contra el sultán de Zanzíbar) o más de crónica política (una semblanza de Amín o la explicación del genocidio ruandés) me han gustado mucho, y no dudo de que Kapuściński fuese un gran periodista y que mereciese las distinciones adquiridas. A fin de cuentas, para mí es muy fácil criticar desde casa...

sábado, 20 de febrero de 2021

Reenganchándome a la sociedad

Pues nada, parece que me vuelvo a Madrid. Pero ¿volver, desde dónde? Resulta que llevo en casa de mis padres en Orense desde diciembre: justo coincidió la reapertura de cierres perimetrales con que falleció un tío nuestro, y con la excusa a primeros de mes vinimos para aquí mi hermano y yo. Yo, con la idea de "no regresar": en condiciones normales estoy muy a gusto en Madrid, pero en este año del virus de las narices en que es mejor ni salir de casa ni quedar con nadie, pues nuestro piso familiar es más espacioso que el que compartimos en Madrid; y además aquí no tengo que preocuparme de molestarlo los días en que le toca teletrabajar. Por no hablar de que, en cierto modo, estando sin cobrar el paro desde hace ya algunos meses me siento "menos mal" viviendo a expensas de mis padres que a expensas suyas; yo qué sé...

Total, que en estos dos meses largos parece que el proceso de recuperación del colapso otoñal va yendo a mejor. Lo digo porque, aunque la parte de querer socializar, hacer planes y salir de casa sigue fallándome mucho (la pandemia me viene bien como excusa, pero lo que hay de fondo no es eso), entremedias he tenido algún contacto que otro con el mundo laboral y no se me ha venido todo abajo. Lo más relevante fue tal vez que me escapé a primeros de enero unos días a Madrid, para hacer un examen para entrar en una bolsa de trabajo de técnico del herbario de la Escuela de Montes: los tres que pasamos con notas raspadas el primer filtro de una parte teórica bastante enrevesada hicimos luego una prueba práctica; me entretuvo mucho tener que hacer y teñir casi a la buena de Dios un corte de una rama, y tener que identificar dos plantas con el Bonnier, cosas que no hacía desde primero de carrera... pero bueno, salí al paso de eso también y ahora están evaluando los méritos laborales de los que seguimos en liza.

Pero dejando eso a un lado, lo que de momento parece que me mantendrá ocupado vuelven a ser tareas administrativas, un poco en la línea de mi curro en el CSIC de 2019: me contratan en la Oficina de Proyectos Europeos e Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, para dar servicio a los equipos que quieran pedir proyectos de este estilo, que son muy golosos por la cantidad de financiación con que suelen contar: dar difusión a convocatorias, ayudar con las solicitudes y con las evaluaciones anuales... esas cosas, ya me iré enterando. ¿De momento? Agobiado y sintiéndome incapaz, pero lo suficientemente entero como para haber dicho que sí; ya a partir del 1 de marzo que empiece iré quitándome los miedos de encima, si Dios quiere. Y además que, ya que volveré a trabajar al campus de Cantoblanco, tengo muchas ganas de ver qué tal le va a mi pedacito de cultivo madrileño de secano favorito...

domingo, 7 de febrero de 2021

"El hombre más famoso después del Diluvio" (libros de 2021, 2/x)


Vamos con la reseña del primer libro-regalo de la pasada Navidad: La invención de la naturaleza, una biografía de Humboldt a cargo de Andrea Wulf. Reseñar una biografía es una tarea que se presta a confundir la crítica del trabajo del biógrafo con la crítica que nos merezca el sujeto sobre el que escribe. Intentando ceñirme a lo primero, creo que la autora ha hecho un buen trabajo: a tenor de sus casi 600 páginas de letra minúscula creí que tardaría bastante más en terminarlo, pero luego resulta que 1/4 del libro lo consume en realidad una última sección de referencias (libros, cartas...) en que se basa el texto principal. Esto nos permite llegar a una primera conclusión sobre el libro: que, como biografía, está tremendamente bien fundamentado. Con todo, no dejan de ser casi 450 páginas de letra minúscula, lo que me permite sacar una segunda conclusión más personal: es un libro bien escrito y agradable de leer. Si bien se ocupa de la figura del alemán de forma eminentemente cronológica, muchos de sus capítulos cortan la trama puramente histórica para detenerse más en desarrollar su relación a lo largo del tiempo con alguna de las figuras de su época (o que bebieron de su influencia en años posteriores); el libro no obstante se lee muy bien, y estos capítulos intermedios no son interrupciones molestas.

Tras aprobar en general con buena nota la labor de la biógrafa, supongo que puedo ocuparme también del biografiado. De Humboldt tenía un conocimiento bastante de segunda mano: una figura que estaba ahí, que asomaba en la obra de tal o cual autor, o en el hombre de algunos seres vivos y accidentes geográficos sudamericanos. Sabía que era un naturalista alemán que "había viajado mucho", y poco más. Tras terminar el libro evidentemente sé mucho más, pero la sorpresa me viene de no poder justificar mi desconocimiento anterior: ¿cómo puede ser que un hombre ("el más famoso después del Diluvio", diría sin exagerar demasiado de él el rey de Prusia -y a la sazón su jefe directo- Federico Guillermo IV) cuya muerte en 1859 fue llorada, y diez años más tarde el centenario de su nacimiento celebrado en todo el mundo occidental, de Nueva York a Ciudad del Cabo, de Caracas a Sídney) no aparezca en los libros en que estudié biología más que tangencialmente? En realidad la propia autora lo explica bien en el último capítulo: Humboldt no protagonizó un "gran descubrimiento", sino que su visión sobre la naturaleza permeó de tal forma la sociedad de su época que sus ideas, aunque hayamos olvidado al hombre, definen nuestra concepción actual de la Ecología como ciencia y del ecologismo como movimiento social, de las políticas conservacionistas y de la literatura de naturaleza. Y si me apuráis de la literatura en general, y de la política y de muchos más campos. Sorprende desde luego ver capítulo tras capítulo cómo un para ti hasta entonces desconocido va tratándose de tú a tú con personalidades como Goethe, Napoleón, Simón Bolívar, Darwin o Jefferson, entre muchos otros. Cómo reciben al "famoso viajero y naturalista" en todas las cortes de Europa y en todas las sociedades científicas y Academias... y cómo muchos de ellos narran en sus obras y cartas sentirse fascinados por Humboldt, sus escritos e ideas... No sé, leeros esta u otra biografía, y a ver con qué opinión os quedáis vosotros :-)

viernes, 5 de febrero de 2021

Monerías (libros de 2021, 1/x)


Tengo una única cosa mala que decir de este libro (de esta edición, más bien): no entiendo por qué ponen un mandril en la portada de un libro sobre babuinos. Y una cosa muy buena que decir, antes de todas las demás: no es que sea mi nuevo libro favorito, pero la verdad hacía tiempo que un libro no me daba ganas de acostarme antes por tener más tiempo de leer antes de que me entrase el sueño, ganas de leer en vez de perder el tiempo tristemente en RRSS, que es a lo que más dedico mi ocio últimamente; echaba de menos el enganche...

Sapolsky es un neurólogo estadounidense muy interesado por el trabajo con animales silvestres que, siendo estudiante a principios de los 80, cuando investigar sobre el estrés era lo más, empezó un estudio de campo que se prolongaría durante un par de décadas, analizando con babuinos de Kenia cómo el estatus social de los primates dentro de su grupo (ser un líder, un individuo popular, una hembra deseada o, literalmente, el último mono) se traduce en variaciones en la sangre de las sustancias que produce el estrés. Este libro recoge sus experiencias visitando Kenia varios meses cada año: habla de babuinos, sí, pero menos de lo que esperaríais; es sobre todo una colección de las impresiones de un hippy urbano de veintitantos abandonado a su suerte en medio de la sabana: de sus impresiones tanto del trato con los nativos de las reservas como del funcionamiento de un país casi recién independizado. Un libro muy bienhumorado y entretenido que esconde sin embargo casi en cada página reflexiones muy lúcidas sobre el comportamiento y la forma de ser del hombre, más que de los monos sobre los que en teoría trata. Recomendable en mi opinión.