martes, 24 de diciembre de 2019

Tras cuatro meses de máster (I)

Llevo un par de días bastante encendido: primero al ver en las noticias a un fulano limiano que, rodeado de agua por todas partes, tenía las narices de echarle la culpa a que "non limpan o río". Claro, porque que llueva y un río que fluye normalmente con un caudal ridículo se desborde hasta el punto de anegar 3.000 hectáreas se hubiese podido evitar cortando los sauces de la orilla. Luego, iba ayer por la calle y escuché también de pasada a otro decir que a ver si se ocupaba de una finca que tenía "a monte, porque a leña de carballo non sirve pra nada, so pra queimar..." Otro visionario. Pues eso, dos días deseando que alguien limpie Galicia a fondo (con napalm), con todos nosotros dentro, y que después de doscientos años la repueblen con algunos centroeuropeos que sepan apreciar la naturaleza del lugar donde viven...

Venía aquí a desahogarme en el blog vomitando todo lo de arriba de forma mucho más virulenta, pero mientras se encendía el ordenador me fui serenando y dándome cuenta de que la reacción correcta a lo de arriba es "educación, educación, educación..." ¡Qué rabia, con lo cómodas que son las soluciones rápidas y radicales! Como quiera que además me estoy formando como profesional de la educación (?), y que esta época del año es especialmente propicia para repasar listas de propósitos, se me ocurrió que, mejor que revolcarme en bilis, sería repasar qué fue de aquella lista de miedos pre-máster de hace cuatro meses, ahora que ya hemos terminado clases y exámenes y que ya solo nos quedan por entregar un par de trabajos con los que amargarnos las vacaciones. A esta lista me refiero; releedla y vamos con ella:

- El primer punto a destacar seguramente sea que yo también he tenido que releerla. Lo destaco como señal de que, al final, tamañas preocupaciones no lo fueron tanto. Para variar.
- Compaginar currar de nueve a dos con tener clases de cuatro y media a nueve y media durante dos meses fue bastante coñazo, sí, pero ¡hey, sobreviví!, a expensas de dormir algo menos de lo que me gustaría. Sin embargo, me las apañé para que me diese tiempo de comer como Dios manda todos los días, que al final no se tardaba tanto de Cantoblanco a Ciudad Universitaria.
- Hicimos gran cantidad de trabajos en grupo, y eso no ha hecho que me gusten más, pero tener que retrasar los trabajos para el fin de semana no fue un problema en ese sentido; más bien en este máster hemos sido prácticamente todos especialistas en acabar las cosas a última hora, me temo.
- Por sorteo, me tocó ser el último en escoger centro donde hacer las prácticas... Y sí, todos los que me quedaban relativamente cerca de casa volaron, pero al final había tanta oferta que encontré un instituto en Alcorcón que no me quedaba tan a desmano. Al menos no más que Cantoblanco, así que los viajes de ida y vuelta no serán nada extraordinario.
- Y con respecto al TFM, a investigar sobre educación y todo eso que tanto me preocupaba, sigo sin saber muy bien ni sobre qué voy a hacer el trabajo ni cómo, pero sí me he relajado mucho, tras hacerme una idea del nivel de exigencia del máster y ver que vaya, tampoco era para tanto...

¿Qué lecciones saco de esta lista? Ninguna. Es decir, una sí: que le basta a cada día su afán y que no gana uno nada con agobiarse antes de tiempo. Pero eso es algo que "sé" desde siempre, y que no me impide estar ahora igualmente de los nervios pensando en cómo me irá cuando empiece las prácticas. Y así me moriré, angustiado por el futuro. Con que no sea demasiado, me vale.

Otro día sigo con un análisis de lo que han dado de sí de verdad los meses de clase. Pero no ahora; ahora toca preparar y prepararse para la cena...

domingo, 1 de diciembre de 2019

Tres, eran tres...

He tenido el blog bastante descuidado en noviembre... bueno, no pasa nada: ya cuando decidí retomarlo me dije que sería para escribir cuando quisiese, no por obligación. He estado tentado de escribir sin ganas a lo largo de este mes, por puro "sentido del deber"; y me alegro de no haberlo hecho, pues si vuelvo a imponerme escribir como una obligación,me volveré a terminar amargando. Hoy en cambio, que sí me apetecía escribir, aquí estoy.

Hoy "aquí" en casa, pero ayer por la mañana, en una tregua que nos dio el cielo en este fin de semana más gallego que madrileño por lo lluvioso, me acerqué a dar una vuelta por El Pardo, con sorpresa inesperada incluida. No se las ve si no sabes dónde mirar, cierto, pero en la foto de arriba están "a la vista" las tres garzas que vi ayer, cada una de su especie:

Y la más rara es esta, una garceta grande Ardea alba. Esta especie, que todavía era una rareza siendo yo ya no tan chico, y que se ha ido volviendo moderadamente frecuente como invernante y algo menos como reproductora, es aún bastante escasa en Madrid. Y siendo por lo demás un ave que suele dejarse ver junto a lagunas, embalses y otros humedales más abiertos, me sorprendió mucho verla entre la maleza del soto del Manzanares ya dentro del mismo pueblo, aunque casi invisible desde la calle.

Mientras la garceta grande no dejaba de remover el fondo con los pies y de capturar y comer algo (creo que cangrejos), desde las ramas caídas de los olmos y chopos del soto sus congéneres no la perdían de vista: una bonita garceta común Egretta garzetta...

... y una huraña garza real Ardea cinerea que no hizo el menor esfuerzo por salir de la zona más enmarañada de la orilla, ni aunque se lo pidiese para vosotros.

Más cosas. Como cada invierno, muchos de los pequeños insectívoros sedentarios ("páridos", pero incluyendo también agateadores, trepadores, reyezuelos y mosquiteros) se juntan en bandadas pluriespecíficas que vuelan de un árbol a otro, reclamando constantemente y cubriéndose las espaldas ante cualquier depredador que pueda aparecer. Este trepador azul Sitta europaea no me quedó demasiado mal, pese al contraluz. Otras bandadas se movían también por el Pardo, pero volando más altas; aunque no mucho, pues en estos días cargados de nubes, sin sol que caliente el suelo y levante corrientes ascendentes, a los buitres leonados y negros les cuesta remontarse, y estuvieron toda la mañana cicleando numerosos bastante cerca de los árboles.

Aunque si de bandadas hablamos, ayer la palma se la llevaron las de torcaces Columba palumbus: el cielo estaba literalmente lleno de nubes de palomas, que se espantaban por menos de nada, revoloteaban un par de veces y volvían a dejarse caer sobre las encinas para llenarse el buche de bellotas. Y los gamos corriendo tras ellas también, para comer las que se caían al suelo al varear ellas las ramas con sus alas.

Quise acabar el paseo y las fotos de la mañana con alguna composición bonita de las plantas flotantes de un arroyuelo junto al embalse; ya se me ha pasado bastante la comezón acuarística de hace un año, pero me dio tan fuerte que aún me pega más de un ramalazo. Y por falta de técnica y de estética solo conseguí algunas fotos feas y quemadas...

... pero al fijarme mejor me di cuenta de que entre los berros y las lentejas de agua flotaban unos cuantos frondes de Azolla filiculoides, un helecho flotante americano que de hecho también se emplea en acuarios, pues visto de cerca presenta un aspecto de lo más delicado; pero que se comporta en Europa como una especie invasora bastante nociva, pues suele crecer sin control hasta cubrir por entero grandes masas de agua, asfixiando todo lo que vive debajo al impedir la entrada de luz y el intercambio gaseoso. Se especula con que explosiones masivas de las poblaciones de estos helechos en el Ártico durante el Eoceno acabasen con la etapa más cálida que ha vivido nuestro planeta. Ea, viene al pelo el enlace de cara a la COP25 que empieza mañana...

viernes, 1 de noviembre de 2019

Este blog necesita más viajes en tren...

Salida de Chamartín estrenando horario: nueve y cuarto; más que suficiente como para que ya sea de día, así que nada más sacarlo de la mochila digo adiós al libro que traigo para leer y echo la vista fuera. Sol arriba primero, y abajo el Pardo: verde gris del encinar, verde hierba de la hierba, y arroyos amarillos de chopos culebreando de un lado a otro. Vertedero de Colmenar, más otoño: cuando subí en agosto la última vez estaba lleno de milanos negros, y hoy en cambio de milanos reales. Túnel de San Pedro, y al otro lado ya se ha ido el sol: las nubes desbordan a borbotones de la Meseta sobre la Pedriza; el eje de la Sierra ya ni se ve. Túnel de Guadarrama, al salir el tren espanta a un grupo de grajillas segovianas. Atrás quedan pronto los escasos pinares, y empieza la colcha castellana verde y marrón. Por los rastrojos, unos buscan setas de cardo, otros buscan liebres: uno a caballo, y dos a sus lados con los galgos tirando ansiosos de las traíllas. Y desde lo alto de casi cada poste, los ratoneros buscan topillos. Y el cielo se oscurece de tanto milano como hay. Embalse de Ricobayo, bastante lleno; móviles que se sacan deprisa, pero no lo suficiente, al ver los bonitos acantilados cuarcíticos. El Esla marca una frontera dura entre el cereal y el monte, y al otro lado del puente un gran hato de vacas sanabresas baja hacia la orilla entre las jaras. Empieza a llover: gotitas finas al principio, que se estrellan con pinta de aguanieve, y otras más gordas a medida que escalamos hacia Puebla de Sanabria. Empiezan a perseguirse unas a otras a lo largo del vidrio: al Durell niño le parecían renacuajos, al Antón adulto espermatozoides de esos de documental. Nos metemos entre las cuestas pinas del Padornelo; el verde vivo y lavado de las uces brotadas no hace mucho casi tapa ya el negro del penúltimo incendio. Empiezan a aparecer aldeas: ¿por qué tienen que ser tan feas, tan desiguales, con lo armónicos que eran los pueblos de Las Merindades del fin de semana pasado? Carballos, somieres y excavadoras del AVE; pasamos puntuales frente a la estación donde echaron los dientes mis hermanos, y descendiendo poquito a poquito, estamos de repente sobre el Miño, y de pie en el andén. Y a casa a comer.

jueves, 31 de octubre de 2019

Vuelta la burra al trigo...

... o, en el expresivo lenguaje bíblico, "el perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el barro" (2 Pedro II, 22): no bien he terminado de trabajar en el CNB, me he vuelto a la Facultad de Biología de la UCM; la que nunca he dejado de considerar, con un sentimentalismo que tal vez no raya ya en lo sano, mi verdadera casa en Madrid. Los nueve meses trascurridos yendo a Cantoblanco han sido en general bastante felices: el trabajo ha sido sencillo (más allá de lo aborrecible que se me hace muchas veces hacer papeleo) y mis compañeros muy buena gente, de la que me dio bastante pena despedirme ayer y a la que espero visitar alguna vez; pero aunque no lo sepa definir, está claro que el ambiente del Consejo no es el de la universidad, y para mí es evidente en cuál me encuentro más a gusto (y espero en un futuro cada vez más próximo sentir lo mismo en el instituto).

"Autorretrato VI", o "La sombra de lo que fui"
Además, y aunque ahora vaya a leer menos, cambiar el Cercanías por el coche de San Fernando en esta mañana de juernes soleado de otoño, en que el nisperero ya perfumaba la esquina de Andrés Mellado y el pinar del Clínico verdea con ganas, me ha hecho tremendamente feliz, hasta el punto de ir hablando en voz alta con el cernícalo y las urracas que me han ido saliendo al paso. Estaré viniendo este mes de noviembre en que ya tenemos muchos exámenes y trabajos que entregar a trabajar cada día a la biblioteca que toque, que me centro mucho más que en casa; cuando no estoy actualizando esto, quiero decir. Habrá que ir cerrando...

viernes, 25 de octubre de 2019

Biólogo y geólogo (y actor)

A lo tonto a lo tonto, hemos pasado ya el ecuador de las clases del máster casi sin darnos cuenta (lo de siempre: los días se hacen eternos, los meses vuelan), y vamos ya dejando atrás alguno de los profesores que comparten asignatura con otros y que ya han terminado de dar su parte. Dos de ellas, de Geología, son de las que más nos han hecho trabajar, por no decir innovar; que trabajos que presentar en este máster tenemos muchos, pero preparar "fósiles" no suele ser el formato más habitual...
La misma profesora quiso poner a prueba a la vez nuestras dotes docentes e interpretativas, y una vez divididos en grupos, al nuestro le tocó explicar distintos detalles del paisaje kárstico haciendo como que dábamos clase a un grupo de alumnos imaginario. Para ello nos grabamos en un aula vacía de la Facultad de Geología, donde (por culpa del que esto escribe, que es quien puso los medios técnicos) se nos ve mal, y se nos oye peor... hasta que llegaron unos que tenían clase en esa aula y tuvimos que irnos a otra donde la calidad de la grabación decayó todavía más. Y ahí me grabé yo, que era el último de todos. Pero por si os apetece no-aprender nada sobre este tipo de paisajes, aquí tenéis el vídeo:



Otro de los trabajos consistió en hacer una serie de pequeños vídeos sobre el uso de minerales presentes en nuestro entorno doméstico y en los que tal vez no reparamos sin pararnos a pensar un poco, como el acero o el aluminio; y en montar con ellos una imagen de realidad aumentada, que en nuestro caso (minerales de una cafetería) es esta que veis aquí:

Si descargáis en vuestro móvil una aplicación llamada Zappar, y abriéndola escaneáis el código circular de la esquina superior izquierda (que viene a ser un código QR), la idea es que sobre la foto aparecen una serie de pequeñas pantallitas con los vídeos que cada uno hemos elaborado sobre estos minerales. Pero como es probable que no os apetezca descargaros nada, y además sé que lo que queréis es básicamente echaros unas risas con lo que sea que he hecho yo, aquí os lo subo directamente:


Muy favorecedora, la "vista previa" que proporciona YouTube de mi primer corto; ¡para lo que hemos quedado! El resto de mis compañeros han subido animaciones hechas a partir de un Power Point y con su voz grabada aparte, pero yo... os diría que es que confío mucho en mi imagen y en cómo transmito conceptos en persona, mas la realidad es que hacer lo otro se me antojaba mucho más complicado que grabarme directamente. Y qué narices, que habrá que ir entrenando la voz para hablar siete horas al día...

domingo, 20 de octubre de 2019

La afonía del gamo...

 Una bonita valla separa el Patrimonio Nacional de los nacionales de este país... Seguramente sea mejor así, visto en general el poco aprecio y respeto que mostramos por lo que es patrimonio de todos. Esta valla del Pardo mantiene además separados unos animales de otros: a los cuadrúpedos de los de las banderas. Y los primeros son los que me interesan principalmente...

 Si bien los ciervos son más ardorosos, y cuando todavía arden los últimos coletazos del verano comienzan ya con la berrea; los gamos mantienen la cabeza más fría y esperan hasta estos primeros fríos para transformar sus gametos en gamitos gabatos.
La "berrea" de los gamos Dama dama se denomina ronca; aunque los ruidos que hacen me recuerdan más a un sapo que a un hombre dormido. Me acerqué ayer al Pardo con Fran (primer compañero de máster al que consigo engañar para salir al campo y darle la chapa; ¡qué paciencia tuvo el pobre...!) para ver si ya los gamos roncaban por doquier, mas si bien ya habían formado harenes, los machos se mostraron bastante silenciosos toda la mañana. Será que todavía no les toca, o que por el contrario se habían quedado ya afónicos tras una sesión de esos berridos tan desagradables.

 Las hembras buscaban bajo las encinas las bellotas que este año parecen caer con generosidad, junto con algunos cochinos que no quisieron posar decentemente para el que esto escribe. Me viene ahora a la cabeza, sin motivo aparente, que "gamo" es uno de los nombres de animales que en francés tiene un femenino irregular (gamo/"gama" es daim/daine, no daime*); ya veis qué cosas tan útiles aprendimos en 5º en la Escuela de Idiomas...

 Este macho en cambio, de bonita cornamenta, prefería el pasto verde, recién germinado, jugoso y rico en proteína. Los ciervos son principalmente ramoneadores (comen más de arbustos que del suelo), pero los gamos son sobre todo pastadores.

 Con todo lo bonito que era el bicho, es una pena que las pocas veces en que subió la cabeza (pocas, la verdad; se ve que tenía hambre) me saliesen todas las fotos desenfocadas...

 La valla del Pardo no es de todas maneras perfectamente hermética a los grandes animales: vimos algunos pasos de zorros excavados bajo la misma, y además restos de hozaduras de jabalí por todas partes. Y además estos rascaderos contra unos pinos jóvenes a los que a fuerza de frotarse acaban despojando de la corteza y secando. Así como los cánidos suelen revolcarse sobre heces o animales muertos para enmascarar su olor natural al ir de caza, a los jabalíes les gusta frotarse contra árboles resinosos, y de hecho tienen predilección por los líquidos de olores fuertes como la trementina o el gasóleo, que se han usado como atrayentes para cazarlos.

 Trascurrió por lo demás la mañana de ayer de la forma más tranquila y sin observaciones especialmente reseñables, no siendo por un mosquitero papialbo occidental Phylloscopus bonelli que debería llevar ya un mes al sur del Sáhara, y que aunque se alimentaba de manera muy activa parecía que le costaba volar, y tenía en plumaje un tanto desmañado; mal futuro le auguro, con el frío que ha empezado a hacer hoy...

Y acabo ya con unas flores a las que esta mala foto no hace justicia: una mata de collejón Moricandia arvensis. Una ladera concreta de la zona de Mingorrubio está toda ella cubierta por estas plantas, y se ve que engañadas por la suavidad del otoño se han liado todas a florecer. Lo de "collejón" les viene como aumentativo de "collejas", que es el nombre vulgar de las silenes, a las que en cierto modo recuerdan en porte y flores. Me alegró verlas, que me parecen muy bonitas, y porque además pude identificarlas bien con la última guía que ha entrado en casa: la de Plantas Silvestres de (la ciudad de) Madridde ¡Eduardo de Juana! El antiguo presidente de SEO se nos ha metido a botánico ahora... la verdad es que en las salidas de clase que hice con él al campo me asombró lo mucho que sabía de todo; un auténtico naturalista de los que ya no se fabrican. La guía en sí no me acaba de convencer, pues por querer ser pequeña y manejable creo que se pasa de escueta; pero me la regalaron, y a caballo etc. Y bien me vendrá para ir preparando el futuro visu...

miércoles, 16 de octubre de 2019

Por el barranco del río Dulce

 Le faltaba un poco de otoño al soto del Dulce para ser, además, el "río de Oro". En verdiamarillo se quedó, como esa culebra que tantas ganas tengo de ver...

 Escapamos Raquel y yo el domingo a dar una vuelta por este Parque Natural alcarreño, que pilla apenas a una hora de Madrid. Y salgo ahora tan poco al campo que ya me parece hasta ofensivo quejarme como hacía a veces antes de que "no vimos nada especialmente interesante": el día (luz, temperatura...) no podía ser más agradable, los matices otoñales se colaban aportando colorido por todas las esquinas, y además el sitio tiene una carga sentimental que comentaré más adelante; en resumen, difícilmente podríamos haber pasado mejor día.

 El del Dulce es una especie de cañón del Duratón en pequeño: con un río mucho más humilde y el castillo semiderruído de Pelerina en vez de la ermita de San Frutos Pajarero, pero en esencia lo mismo: una paramera bien pobre, helada en invierno y tostada en verano, con sus tomillares y sus sabinas, que se hunde de repente allá donde un río ha ido acurrucándose entre la roca caliza; y al fondo, donde hay algo más de suelo y de humedad, agarra un bosque bien distinto del que tenemos por el norte, donde todo son tortas y pan pintado...

 Faltaba tal vez un poco más de agua; o de lluvia, por ser más precisos, pues aunque la tarde anterior había sido tormentosa allí y en Madrid, en estos terrenos calizos ya tiene que caer durante bastante tiempo como para que la cascada del Gollorio fuese una cascada (y no un acantilado, sin más) y que haya agua en las "pozas" dentro de las que nos sentamos a comer.

 Como de costumbre, como ya he contado en otras ocasiones, estos montes del sistema Ibérico se forran de frutos en otoño. A mayores de los rojos pomos del espino albar Crataegus monogyna, de buen tamaño, había cerezas (ya pasadas, claro), madreselvas, escaramujos, aún bastantes moras, cornejos o jazmines; todos los arbustos del barranco están esperando a los zorzales y currucas que se avengan a llevar a sus hijos de excursión.

 Un cangrejo señal Pacifastacus leniusculus, una especie americana que se ve menos que el omnipresente cangrejo rojo por preferir aguas más frías, y que precisamente por eso fue otrora la especie escogida por los pescadores para ser introducida en las zonas del interior peninsular de clima más riguroso. Se movían varios de estos por el cauce del Dulce, caminando de piedra en piedra, aunque sin mostrar demasiado miedo. Espero que al menos sirvan de alimento a alguna nutria que se deje caer por la zona...

Y acabo ya, a mayores de agradeciendo a Raquel que me saque a sitios tan chulos, con la pequeña nota sentimental: en este barranco rodó Félix Rodríguez de la Fuente varios de los capítulos de El Hombre y la Tierra. Era este el "Valle de las Águilas", aquí se crió el alimoche Gaspar, y entre los arbustos espinosos del fondo de valle vivían los alcaudones de uno de los episodios que más me gusta. No había estado antes aquí, pero sin duda la sensación de volver a casa fue de las mejores cosas que me llevo del domingo.

sábado, 5 de octubre de 2019

Art attack en el máster

Siempre que llegas a claseeee...
me pillas en el laboratoriooooo...
embadurnado de escayolaaaaa.....
con las maaaaanos en la maaaaasaaaa....

La cosa empezó como suelen empezar todos los marrones de este máster: con un mensaje de wasap en el que alguno del grupo, más espabilado o aburrido que los demás, comenta que se acaba de enterar del último de los trabajos con que a alguno de nuestros profesores se les ha ocurrido formarnos a su imagen y semejanza. En este caso fue un correo tal que así:

 ¿He oído al Antón de hace 15 años comentar jocoso que los alumnos de la Escuela de Magisterio (de la USC) no se dedican más que al "pinta y colorea"? Pues ¡hala, toma backlash! Me toca ahora dedicarme a las manualidades.

 Este es el pequeño botín con que me presenté en clase: hojas de madroño, árbol de Judas y zelkova, y sámaras de tilo, arce y fresno. Y solo tres moscas: las que encontré muertas rebuscando al pie de los ventanales de la Renfe de Cantoblanco al ir del trabajo a la facultad (la gente, desde luego... ¡menudas miraditas! ¡Un respeto, que me estoy educando lo mejor que puedo para formar a sus hijos!).

 Como Neotranslefty se enrolló más de la cuenta en la clase anterior, al final no nos dio tiempo a hacer a todos, todo; y dejando el "ámbar de caramelo" para futuros días más felices, me centré en replicar con plastilina y escayola las sámaras alargadas de un arce negundo (especie americana moderadamente invasora y bastante popular como árbol urbano no sé muy bien por qué, pues es de vida breve y de adulto luce bastante feo, deslavazado; creo que porque aguanta bien la contaminación). El proceso es bastante sencillo: uno hace una especie de platillo hondo con la plastilina y marca apretando la forma del objeto a replicar. Después se retira este, se rellena con escayola, se deja secar...

 ... y voilà, tiene uno un bonito ejemplo de lo que se conoce como molde (que sería la plastilina): la marca dejada en la roca (que en aquel momento era solo sedimento) por un cuerpo que se ha disgregado luego...

 ... y el contramolde (la escayola): la roca formada al petrificarse los sedimentos que rellenaron el hueco del molde. En casa tengo ahora mi pequeño fósil; si alguien lo quiere como recuerdo mío podemos empezar a hablar de dinero...

Pero no nos dedicamos a hacer el canelo solo en Geología. La de Adolescencia y Desarrollo de la Personalidad también nos había pedido que llevásemos "revistas, cartulinas, tijeras, pegamento...", lo que no parecía augurar nada bueno. Ya en clase, nos pidió buscar en las revistas y periódicos imágenes con que montar un collage que representase "conceptos positivos o negativos sobre la autoestima". Plas. Y bueno, la verdad es que la gente en clase estuvo bastante ingeniosa, pero el día me pilló de malas y, al ver que nuestro cartel se estaba transformando en una especie de taza de Mr.Wonderful de gran formato, me pudieron las ganas de intentar sabotearlo, y empecé a recortar pequeñas imágenes y textos que ir colando de tapadillo en el montón cada vez más grande de recortes/lluvia de ideas con que montar el póster final; mientras intentaba aguantarme la risa...

 Y me alegra comprobar que, a día de hoy, todavía sigue un quintacolumnista en pie:


sábado, 21 de septiembre de 2019

De Madrid a la era....

 ... y una ventana (del tren) para verla. Y un móvil malo para hacerle fotos horribles; lo siento. Aunque el Alvia a Galicia pasa más o menos por el mismo sitio, la menor velocidad y mayor cercanía al suelo del, vaya, Cercanías, me permitieron la primera vez que fui al nuevo curro fijarme en un espacio agrícola que resultaba sorprendente, tan cerca del borde "duro" de la ciudad. No bien rebasa uno Valverde, al poco de salir de la estación de Fuencarral, de repente los muros de hormigón y baldíos con ailantos tan típicos del entorno de las vías se transmutan en cultivos de secano que bien podrían estar en el medio de La Mancha...

 El "triángulo agrícola", desde el satélite. La ciudad (en crecimiento) al sur y llegando también por el este, que en todo caso limita, inflexible, la vía. Y al norte el monte de El Pardo formando también un borde duro, pero hacia el lado forestal, en vez del urbano. Y dentro mi islita de cereal, con un arroyo, pocas casas desperdigadas por medio, una alquería que casi no se ve desde el tren, y una yeguada que sí.

Ahora que no puedo ir al trabajo andando, he "adoptado" este paisaje como mi meadow particular: mi espacio donde embobarme con el trascurrir del tiempo y las estaciones. Al empezar el año el terreno se veía casi sin vegetación, pues la parquedad en lluvia del invierno no había dejado crecer al cereal. Enseguida florecieron los almendros, echaron hoja las higueras, empezaron los milanos a hacer su cabriolas entre los cables y los pinos, y la poca agua primaveral bastó para que, mal que bien, el suelo verdease de trigo y cebada, tachonados del rojo de las amapolas y con los jaramagos pintando de amarillo las lindes. Llegó rápido el verano, las abubillas y los gazapos nos miraban pasar desde el borde de la vía, y en algún momento de mis vacaciones las segadoras transformaron la mies en rastrojo. Rastrojo al que ahora, a nada que ya ha llovido algo, le empieza a crecer un no-pero-sí de renovado verdor... No sé si en el mes largo que me queda de hacer este recorrido llegaré a ver los tractores removiendo el suelo y al sembrador sembrar su semilla, o si tendrá alguno de los estudiantes que tomar mi relevo como cronista mental de este espacio... Me iré fijando en su devenir en todo caso, cuando lo vea fugazmente desde el otro tren; no puede perderse la memoria de esta tierra tan valiosa: si no en toneladas de cereal, sí en arrobas de sosiego para mi alma.

lunes, 16 de septiembre de 2019

"PhD Certificate: one point. Titre de Doctorat: un point"

DO IT FOR YOUR THEEEESISSS!!! (© Roger Dewayne Barkley, EuroVisionary)
Dado que el doctorado europeo (eso que, al menos según la normativa española, puedes solicitar si durante la tesis has pasado un mínimo de tres meses en otro centro de la UE, y realizas parte de tu defensa en un idioma europeo distinto del nativo, y delante de un miembro de tribunal que trabaje en otro país*) no he visto aún que sirva para nada; siquiera por los loles podrían obligar a los mejores doctores europeos de cada año a realizar una Eurodefensa televisada, con toda la parafernalia habitual, locura tuitera y demás...

En fin, perdonad el desvarío; es que estaba pensando en mi propia tesis, y recordando que los retrasos que hicieron que en vez de en julio defendiese en septiembre impidieron a los dos extranjeros propuestos estar en mi tribunal, por lo que de "europea", se me quedó en "española". La magia de los años bisiestos hace que el sexto aniversario de mi tesis vuelva a coincidir en lunes, como el día de mi defensa, en que bien descansado tras el fin de semana epaté a miembros del tribunal y público presente por igual con mi extensísimo conocimiento sobre un tema que probablemente solo nos interesaba a mi director y a mí (tirando por lo alto). ¿Me he levantado algo cínico hoy? Puede ser; me lo provoca un poco el releer mis deseos para el futuro de hace un año, que ni recuerdo si de aquellas me creía, o si ya barruntaba que la cosa iba cuesta abajo y sin frenos... Me lo provoca pensar en que, pese al pretendidamente pragmático "que me quiten lo bailao..." de mi primera entrada de este blog, llevo en realidad semanas dándole vueltas, con una óptica bastante negativa, a si tanta aventura y tanta historia realmente merecieron la pena; a si a mí y a los otros cuatro o cinco doctores con los que comparto máster no nos hubiera sido mejor ahorrarnos los vaivenes de estos años pasados...

Poco consuelo es, pero al menos la semana pasada, al revisar en una asignatura, BOCM en mano, los entresijos de las convocatorias de oposiciones, vimos que oye, que se nos valora un poquitín mejor que a los demás:

Un punto. Que se me antoja miserable a día de hoy en comparación con cómo se bareman otros méritos, pero que llegado el caso me sabrá a gloria si llega a suponer la diferencia entre el "sí" y el "no"... ojalá sea así, de hecho, para evitarme de una vez por todas estas jornadas de reflexiones depresivas en torno a cada 16 de septiembre.

* "que trabaje en otro país" no excluye que sea español, por lo que son legión los antiguos compañeros de departamento de postdoc en el extranjero a los que se invita cada año como miembros de tribunales de tesis, para limitar en la defensa el inglés al mínimo necesario requerido por la ley...

sábado, 14 de septiembre de 2019

Cruz, cruzianas...

El rastro es tenue, pero se aprecia
14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Y mi cabeza, muy dada a los juegos de palabras, relacionó la cruz con las cruzianas, un tipo de icnofósil: el resto fosilizado no de un animal, sino de su actividad biológica; y en el caso de las cruzianas, el rastro del desplazamiento de trilobites por el sedimento blando de fondos oceánicos pretéritos.

En estas dos semanas de clase no hemos avanzado demasiado con las asignaturas del ámbito pedagógico, pero sí con las de Geología. Y entre clases y prácticas que nos sirvan para ¿refrescar? nuestros largamente olvidados conocimientos sobre minerales y rocas, vamos tratando también unas cuantas asunciones geológicas erróneas que está bien que los docentes ayuden a corregir entre sus alumnos. Son cosas que a nada que uno las piensa está claro que son erróneas, pero que hay que parar a pensarlas: una por ejemplo es que el resto fosilizado es anterior a la roca en que se encuentra; esto es, que esa roca no lo era por aquel entonces, sino que es más reciente. Mal podrían los huesos de un dinosaurio, o las huellas de un trilobites, encontrar acomodo dentro de una roca; más bien fueron albergados por un terreno blando que se petrificó a su alrededor. Lo cual nos lleva a otra asunción errónea, que es que todas las rocas del mundo han estado ahí "desde siempre". Y no: las hay casi tan antiguas como la Tierra, y las hay que tienen ahora mismo minutos de vida, como la lava recién solidificada que acabe de manar de un volcán, que forma una nueva roca que ya no va a cambiar más; a partir de ahora ya solo le queda degradarse... Me están gustando estos momentos de pensar del máster. Máster del que en general, de momento puedo tener "quejas", pero no queja.

La playa en cuestión en Crail, Kingdom of Fife
Por lo demás el rastro fosilizado de la primera foto no es una cruziana, sino que son las huellas de un milpiés gigante; milpiés que recorrió la hojarasca de un bosque del Carbonífero también fosilizado, que se puede ver en lo que hoy es una playa del este de Escocia. Playa que visité hace cerca de ocho años en muy buena compañía...

sábado, 7 de septiembre de 2019

Pinta y colorea

Apenas trascurridos dos días de máster, teníamos los estudiantes un correo pidiéndonos llevar el viernes lápices de colores para una actividad... "Pues van a ser verdad los manidos tópicos sobre esta facultad", me dije. Sin embargo resultó que la asignatura era de las de Geología, no de Educación. Y al final, ni siquiera hicieron falta...

... mejor, que tampoco es que yo pinte muy bien
Tras esta primera semana en que ya hemos empezado todas las asignaturas menos una (que promete, pues usaremos la famosa "Hiperaula"), creo que puedo ya dejar constancia de algunas primeras impresiones:
  • Al juntarnos el lunes los de todas las especialidades en el salón de actos de Educación para el acto de bienvenida yo, que tenía la vaga esperanza de "sentirme rejuvenecer" al volver a ser un alumno, volver a clase y demás; empecé a darme cuenta de que estaba rodeado de apenas niños, y el efecto fue exactamente el contrario. Caí en la cuenta de que, a mis 36 años recién cumplidos, llevo exactamente la mitad de mi vida en la universidad, a la que entré el año en que nacieron los alumnos de 1º de hoy; y cuando más tarde nos dividimos por especialidades en clases separadas, para que los coordinadores respectivos nos explicasen la organización del máster, tenía miedo de que al entrar en clase los alumnos me tomasen por el profesor... Resultó luego que, efectivamente, entre mis compañeros hay varios biólogos a los que di clase en la facultad, un año u otro. Todo correcto.
  • Por lo demás, y aunque buena parte de mis compañeros viene directamente desde el grado, muchos llevan ya unos cuantos años de trayectoria laboral en diferentes campos, y hay otros cuatro o cinco doctores en proceso de reconversión. De los 40 que somos solo hay un geólogo y dos de CC. Ambientales; aparentemente no por falta de interés, sino porque como al máster se accede principalmente por CV (~ por las notas, si eres joven), si tu carrera es de media más difícil y cuesta más sacar nota que en biología, pues esa desventaja que tienes. De ahí que esas carreras pidan cupos de acceso al máster; cuestión que, sin haberle dedicado más tiempo de reflexión, de entrada me parece justa.
  • Bastante diversidad entre el cuerpo docente. Hay quien nos habla normal, y quien nos haba como si estuviésemos en la ESO. Quien al entrar a clase nos dijo, antes incluso de "buenas tardes", que "los telefonitos... en modo avión, ¿eh? Que no suenen", y quien nos dijo que usaba mucho los móviles en clase, y que animaba a los estudiantes a hablar en clase por wasap en vez de bisbiseando, para que así no molestasen. Hay quien se refiere a todos nosotros en femenino, amén de otras virguerías lingüísticas, y quien recalcó sin que viniese a cuento que "eso de niños y niñas... a no me lo oiréis". De lunes a miércoles tenemos en la Facultad de Educación las asignaturas de pedagogía y similar (en un aula horrible, de las de silla con tablero para escribir donde ni el portátil cabe), y jueves y viernes el refuerzo de Geología en mi antiguo edificio. Esta semana no ha dado tiempo a mucho más que presentar las asignaturas, explicar el modo de evaluación y esas cosas...

En resumen, de momento estoy contento. Esta semana de poco estrés académico creo que me ha venido bien para retomar y desarrollar el ritmo de "mañanas en el curro-cruza Madrid-tardes en la facultad". Con los compañeros de entrada bien, y de los docentes no me quejo. Poco más le podría pedir a los primeros días.


*Nota. tiempo para escribir aquí no voy a tener mucho, la verdad, aunque ganas no me falten. Para no entrar aquí infructuosamente a ver si he hecho algo, desesperaros y dejar de volver; mejor suscribíos a las entradas, o seguidme en Twitter, donde las publicitaré también.

martes, 3 de septiembre de 2019

Biólogo de bellota

Dentro de mi moderado interés por la botánica, me gustan mucho los robles: a nivel peninsular tenemos una diversidad de árboles y arbustos del género Quercus bastante grande en comparación con otras regiones de Europa, pero ni son tantas especies ni tan similares entre sí como para que cueste demasiado distinguirlas. Aunque esta última afirmación hay que relativizarla un poco, pues el crecimiento de las plantas es muy plástico y las características de hojas o frutos de una especie (o de un mismo individuo) pueden variar notablemente de aspecto en función de las condiciones ambientales. Y luego están los bichos raros, como el que me encontré la semana pasada en Orense, y que resultó ser por lo inesperado mi mejor regalo de cumpleaños.

 Tres ramilletes de roble que me traje a casa, para hacer las fotos con más comodidad y de paso ver si Perfumerías Arenal me ingresa algo en concepto de publicidad. El entorno de la ciudad, bastante cálido por estar en un fondo de valle y a poca altitud, pero también húmedo, ofrece las condiciones ideales para que sea el alcornoque Q. suber la especie climácica: la que formaría bosques en condiciones ideales (pero como las actuales distan mucho de ser ideales, tenemos mayormente pinares, horribles masas de mimosa y matorral variado). Sin embargo, en las laderas orientadas al norte y a orillas del río, con una humedad mayor, crecen también muchos pies de roble carballo Q. robur (izquierda) y melojo o rebollo Q. pyrenaica (derecha); bastante fáciles de distinguir... hasta que me encontré con un árbol cuyas características parecían ser una combinación de las de las otras dos (en medio).

 Las hojas del carballo (arriba) tienen la típica forma lobulada que, por nuestro sesgo europeo (pues en América son minoría) asociamos con la "hoja de roble" arquetípica. También son así las del melojo (abajo), pero en este caso los lóbulos son mucho más profundos. Y en este sentido, nuestro amigo del medio "rebollea" un poco...

 ... aunque al atender al envés de las hojas la situación se torna menos clara. En comparación con la foto anterior, se ve mejor en esta que las hojas del carballo tienen un pedúnculo muy corto, y que el limbo forma como un lobulillo (aurículas) a cada lado del mismo. Y además, carecen de vellosidad (glabras), por lo que se ven "verdes", a secas, y lisas. Las del rebollo son de pedúnculo largo, sin aurículas, y son fuertemente vellosas (pubescentes), lo que le da a la hoja un taco aterciopelado y un tono más grisáceo. Y las del roble raro andan ahí a medias: pedúnculo más largo que en el carballo, pero con pequeñas aurículas, y una pubescencia intermedia.

 El pedúnculo de las bellotas sigue en cambio un patrón opuesto al de las hojas: es muy largo en el carballo, donde además aparecen varias bellotas en racimo, y corto en el melojo, donde las bellotas medran solas o por parejas. Y "ni pa ti ni pa mí" en el tercero en discordia:

Al que aquí veis en todo su esplendor híbrido, pues eso es lo que es: un híbrido natural entre ambas especies de robles, que lleva por nombre científico Quercus x andegavensis (en los nombres científicos la 'x' central indica el origen híbrido del taxón en cuestión). Las plantas tienen en general una facilidad para hibridarse mucho mayor que la de los animales, y los robles no son una excepción; donde coinciden varias especies suelen aparecer ejemplares mixtos, a veces muy curiosos y largamente reconocidos como singulares por la gente del campo con el nombre de "mestos" (id al enlace; merece la pena). En ocasiones estos ejemplares mixtos prosperan bajo ciertas condiciones ambientales mucho mejor que cualquiera de sus especies parentales, y llegan a formar masas exclusivas, como las de Q. x cerrioides de las sierras prepirenaicas. Esta capacidad de generar individuos mixtos, y de multiplicar así el rango de ambientes en que los robles en conjunto pueden prosperar, seguramente sirva, si no a las especies independientes sí al concepto "árbol de buen porte, protector y productor de bellotas", para perpetuarse en este mundo de condiciones cada vez más variables e inciertas... siempre y cuando tengamos las manitas quietas con mecheros y colillas, claro.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Cuando dos amigos (y un perro) se van...

Los que fueseis lectores habituales de mis blogs anteriores conocéis de sobra a los protagonistas de la historia de hoy, pero tal vez no los detalles. Sucedió el 2 de septiembre de 2013, lunes, como hoy, y día oficioso de vuelta al curro en el departamento. A eso de las once, como de costumbre, un mensaje en el grupo de becarios avisaba de que ya iba siendo hora de bajarse al café. Vino Joaquín del despacho de enfrente a buscarme, y dijo que se estrenaba en su despacho el chaval que haría máster con su mismo director ese año y que, si sacaba beca, sería su sustituto. "Un nuevo colega, pues le decimos que baje también". Lo invitamos y se vino. "Este es Antón..." "¡Hola!", "Hola, yo soy Álex". Bajamos. Sofi, mi hermana de tesis, la más maja de todas, había hecho una tarta de queso para celebrar que hacía nada había sido mi cumpleaños. Soplé las velas, y mientras nos la comíamos el nuevo dijo que "jeje... bueno... pues es que también es mi cumpleaños hoy". Pues felicidades, macho; y bienvenido. 

Y el fin de semana siguiente quedamos fuera de la facultad por primera vez, y no hizo falta más. A lo largo del máster, Andrea se incorpora a la ecuación, también para quedarse, también para volverse imprescindible. Y unos años más tarde llega el peque, el orejotas, Brego: el perro más majestuoso de Madrid. Ya está el equipo al completo:

Ahí están los tres; ahí pueden estar...
Seis años. Y hoy añadimos una celebración más al aniversario: que el chico, que tonto no es, empieza de postdoc en Harvard. Y algo se me murió al ver ayer al amigo que se iba, en Barajas; pero resulta que es que se van los tres: un par de días necesarios para papeleos adicionales, y allá que vuelan los que faltan. Normal, claro, pero ¿y a mí quién me indemniza? Tras pasar la otra cara de esta pena cuando era yo el que se iba de postdoc, no veo la necesidad de experimentar también la de ser el que se queda... pero qué le vamos a hacer, bendito sea Dios.

Bendito sea Dios, que siempre me ha puesto cerca a alguien mucho mejor que yo al que poder llamar "amigo". Lo pienso muchas veces: cada vez que oigo a alguien decir, con voz de estar de vuelta de todo, que "al final no puedes fiarte de nadie, solo de ti mismo". Cada vez que alguien dice "pues yo estoy la mar de bien solo", o por el contrario cada vez que alguien, con tristeza, dice "¡qué solo estoy!"... ¿Cómo puede vivir la gente vidas tan incompletas sin volverse loca? ¿Cómo puede alguien pretender ir solo por la vida, con lo insignificantes, mezquinos y mediocres que somos así por separado?

Bendito sea Dios, porque aunque el golpe ha sido duro y estoy, básicamente, en la mierda, sigo teniendo otros amigos excelentes que me consuelan, me animan y me riñen y me dan un tortazo para sacudirme la tontería. Si no rezáis, si solo lo vais a hacer una vez, para pedir una sola cosa, pedid tener siquiera un amigo. Que el mundo nunca se ve del todo hasta que se ve también a través de los ojos de otro...

jueves, 29 de agosto de 2019

Soy un señor

"¡Anda, niño! ¡Para y no molestes a ese señor...!"

Me ha pasado, más de una vez, y tentado he estado de responderle algo no muy amable a la madre... pero, ¡ay!, hoy me he quedado sin excusas que valgan. No sé si, como me pasa a mí, tenéis la sensación de que las encuestas, que antes consideraban como "jóvenes" (mayores de edad) a los del rango 18-30, han ido en los últimos años ampliando este rango a 18-35; yo creo que por mano de sociólogos (o quien sea que haga las encuestas) fastidiados por ir cayendo fuera de la tan deseada categoría. Este último rango de edad es de hecho el que Wikipedia nombra con el constructo "adultez temprana", creo yo que acuñado por algún otro individuo añorante del collige, virgo etc. y aterrado ante la perspectiva de que lo llamen señor. Porque para eso hemos quedado: si no somos jóvenes, ni tampoco viejos, pues seremos señores. Sin truhanes ni ninettes; señores a secas.

No es plato de buen gusto, claro; y además para mí "un señor" ni siquiera lo es si no lleva bigote. Así que, puestos a evitar ser un no-señor, me voy a inventar mi propia definición de qué es ser joven:

Dramatización

Joven (o al menos joven de espíritu), en la España de 2019 y entre gente con posibilidad material de estar conectado con los devenires sociales, es toda aquella persona capaz de entender una mayoría de las muchísimas referencias de Paquita Salas. No digo ya "disfrutarlas" (categoría en la que me incluyo, por otra parte), sino simplemente pillarlas: capaz de entender por qué es gracioso que este personaje haga de este otro (o de sí mismo), o que diga tal o cual cosa. Creo que el Universo Paquita recoge bastante bien los puntos de referencia a nivel de entretenimiento de la juventud española actual (no de adolescentes para abajo, no de señores para arriba).


Y si tu DNI indica que tienes 70 años, pero te consideras reflejado en esta definición, regocíjate, pues pese a lo que diga tu médico sigues siendo joven. Y a quien no suscriba esta definición le digo que bueno, opinar es libre y gratuito =) Además aceptaré encantado cualquier otra definición propuesta que no me haga sentirme "un señor", en el sentido más cotidiano de la palabra.

PD. Cada uno tenemos lo nuestro... mi madre ha pasado un par de días la mar de enfadada porque en el telediario hablaban de nosequé delito que había padecido (o sufrido, no me acuerdo) "un anciano de 76 años..."

lunes, 26 de agosto de 2019

Dolores de barriga

¡Quién me lo iba a decir, a mis años! Queda solo una semana para que, con septiembre, empiecen también las clases del máster de profesorado, y estoy redescubriendo el dolor de barriga: la angustia infantil pre-curso escolar. Del máster en realidad no me preocupa lo que cabría esperar: descubrir si esto me gusta/sirvo para ello, pensar en qué haré con mi vida al terminarlo... sino detalles mucho más concretos e inmediatos, que se agigantan debido a mi tendencia innata por preocuparme por los afanes del día de hoy, del de mañana y del de pasado, por más que no consiga añadir un codo a mi estatura:
  • Me agobia por ejemplo pensar en que, por un "error de cálculo", voy a echar dos meses currando de nueve a dos y con clase después de cuatro a nueve. Creía que las clases serían más meses y menos clases al día, y por eso preferí matricularme en la UCM (que me queda a un paseo de casa) y no en la UAM, porque "para qué voy a estar sacándome el abono y cruzando Madrid para ir a clase cuando ya termine de currar aquí...". Y al final resulta que son solo tres meses de clase, dos de los cuales creo que tendré que pasarlos comiendo en el Cercanías.
  • A esto se suma que, al ver el programa de las asignaturas que ya lo han subido al Campus Virtual, parece que muchas se evaluarán en base a trabajos semanales, individuales y en grupo. Tendré que hacerme a la idea de dedicar los fines de semana a currar, pero claro, si los compañeros de grupo que me toquen quieren trabajar entre semana, por las mañanas, a ver cómo lo hacemos...
  • Aparentemente el centro donde haremos las prácticas de enero a marzo no lo propone uno (in diebus illis con el CAP era así, ¿no?), sino que se escoge por sorteo de entre una lista de centros que manifiestan a la Comunidad de Madrid que les interesaría contar con X alumnos en prácticas. Esto esta bien para evitar que "tu tío el profe" te firme las prácticas sin haber pasado por el instituto, pero ¿qué va a ser de mí, si me toca ir a la otra punta de la Comunidad?
  • Me preocupa pensar en que estaría bien tener el trabajo de fin de máster listo en junio, por si surge la posibilidad de empezar a currar en septiembre. Pero para eso sería bueno tener una idea de qué quiero hacer desde "ya", por si necesito hacer un trabajo de toma de datos que deba prolongarse varios meses, o lo que sea. Pero ¿qué TFM me voy a plantear ahora, si no sé "nada" de educación? ¿Qué se sabe y qué no? ¿Qué es interesante y qué anecdótico?
  • Y en línea con esto, ¿cómo se busca información sobre educación? En mis años de investigador en ecología evolutiva estoy acostumbrado a, cuando me interesa saber de un tema, tirar de buscadores de artículos e irme a los más recientes de las revistas que sé que son buenas, pero ¿se hace así en este nuevo ámbito? ¿Cuáles son las revistas buenas? ¿O tal vez en vez de artículos en inglés, lo que ahora me interesa es buscar, qué sé yo, blogs en español? Nada más decidir volver a Internet, quise abrir cuenta de Twitter para seguir a todos los profesores de Biología y Geología que encontré que vi que publicaban cosas sobre educación y su experiencia docente (¡hola!, si eres uno de los que se preguntaban "¿por qué me sigue esta cuenta con cero tuits?"), y a ver si así me voy enterando...

Qué, es una maravilla esto de comerse el tarro, ¿no? Soy un profesional de esto, llevo entrenando toda la vida, ¡no veáis la de alegrías que da...! Ya queda al menos la lista hecha; el uno de julio la revisamos, y a ver cuánto tenía de real...

Y con todo y con eso, independientemente de los dolores de barriga, tengo muchas ganas de empezar. De empezar para salir de dudas de todo esto, pero sobre todo porque me llama mucho la idea de volver a clase, de volver a aprender y a estudiar, y de conocer y hacer nuevas amistades entre los otros 44 que tendrán las mismas dudas y ganas que yo. Mal de muchos...

jueves, 22 de agosto de 2019

Todo esto antes era campo...

Al levantarme al baño por la noche (ejem, la edad), escuchar por la ventana abierta un cárabo (búho eminentemente forestal) dando la murga, y desvelarme (la edad, told you), fue naciendo en mí la idea de esta entrada. "Todo esto antes era campo"... y además, literalmente: buena parte de las saucedas y otros bosquetes que conforman el verde oscuro de la imagen, el paisaje hacia el sur desde la casa de la aldea, eran campos de cultivo y prados de pasto y siega la primera vez que me asomé a esa ventana; los arbustos de aquellas se limitaban a formar setos entre campos de cultivo. Y desde esa situación "intermedia", A Limia se ha desplazado hacia los dos extremos: o fincas abandonadas con bosque en regeneración* o cultivos intensivos donde no quedan ni setos, ni hierbas, ni nada que no sean patatas, trigo o maíz. No es la situación ideal para muchas de las aves de medios agrícolas (las forestales dan palmas con sus inexistentes orejas, por otra parte), cuyas poblaciones caen en declive al no tener ni arbustos donde anidar ni campos donde comer; aves como la tórtola europea, que antes era tan frecuente en esta comarca (donde, por cierto, más se las caza en Galicia; aunque esa ya es otra historia suficientemente desarrollada este año...).
Revirtamos pues A Limia a su estado original, que es... ¿cuándo? ¿Cuando todo esto era campo, en mi niñez? ¿O cuando todo esto era campo de verdad, esto es, antes de que migrasen a Bilbao y Alemania buena parte de los jóvenes que cultivaban tierras que, desde entonces, comenzaron un proceso de abandono del que yo solo estoy contemplando el final? ¿O antes incluso aún, cuando aquí no había ni campos ni campas, sino una laguna? Eso sería tal vez lo deseable, pues "una laguna" es lo que más tiempo estuvo siendo esta comarca antes de retrotraernos a épocas prehistóricas. Una laguna que seguramente albergó poblaciones muy importantes a nivel peninsular de muchas aves acuáticas, poblaciones que sería crucial recuperar... o tal vez no, no sé; a fin de cuentas nadie se acuerda ya de ellas, nadie las echa de menos, mientras que yo sí echo mucho de menos los grandes bandos de tórtolas y los aguiluchos pálidos y cenizos de mi niñez...
Shifting baseline, que es de lo que va esta entrada, es un concepto con el que me crucé recientemente, aunque lleva manejándose en biología de la conservación desde hace décadas, y que no sé traducir satisfactoriamente al castellano: viene a decir que muchas veces, cuando queremos preservar un hábitat o conservar una especie, tendemos a aspirar a condiciones que se nos antojan ideales en nuestra memoria, pero que tal vez no sean tan ideales después de todo, pues nuestra memoria es débil, miope y muy selectiva. Yo recuerdo y me gustaría volver a ver el castillo de Monfragüe sin todas las barandillas, luces y demás medidas de seguridad que a mi modo de ver le han robado el alma, pero estoy por lo demás tan contento con la carretera asfaltada que sube hasta su base y que seguramente horrorice a los que peinan más canas que yo en esto de pasear el monte... Es importante pues contar en cualquier proyecto de conservación con cuanta más información histórica objetiva mejor, para asegurarnos de que se restaura y conserva lo que había realmente, y no lo que creemos que había. Eso, y aprender a vivir también con el enfoque práctico de que "lo que había" igual no es lo que toca que haya ahora, vistas las circunstancias actuales. No envidio desde luego a los gestores que tienen que (o que deberían) lidiar con todas estas disquisiciones... a mí seguramente me costaría tanto decidirme que, para cuando llegase a alguna conclusión, esa ya se habría quedado obsoleta.

*O, en boca de los locales, "fincas que se come la maleza". Una única realidad y dos formas de expresarla con implicaciones bien distintas y contrapuestas...