domingo, 27 de junio de 2021

Aventuras y desventuras del joven Alonso (libros de 2021, 9/x)


 Reconozco que no sabía de qué iba este libro... tenía la vaga idea de que era una historia sobre un chaval cualquiera en algún paraje castellano en la posguerra; algo así como el Nini de Las Ratas. Y sí, sí es eso... y al mismo tiempo no es nada de eso: tras terminar un primer capítulo surrealista en que el gallo de una veleta caza lagartos que más tarde el protagonista aprovecha para hacer tinta, ya me di cuenta de que la Alcarria de (Industrias y Andanzas de) Alfanhuí (de Rafael Sánchez Ferlosio, 1951; pero en la edición de 1970 de la Biblioteca Básica Salvat) no tenía mucho que ver con la Castilla de Delibes... Siendo como es uno de los libros favoritos de mi querido Guillermo, fui comentándolo con él mientras lo leía: al principio le dije que me estaba dando la impresión de ser una especie de versión alcarreña de El Principito, sobre todo por los primeros capítulos, tan fantasiosos; pero pronto me desdije, y llegué a la conclusión, que también le pareció a él mucho más acertada, que era como estar leyendo las aventuras de un Quijote adolescente: un mundo soñado que desfigura lo anodino del cotidiano, pero sin llegar a ocultarlo.

El argumento como tal no es difícil de resumir: un crío complutense deja los estudios y entra a trabajar como aprendiz de un taxidermista e Guadalajara para, tras un tiempo de formación truncado trágicamente, y una etapa de vuelta en casa, andar a buscar fortuna a Madrid, mudarse después a casa de su abuela cacereña, y volver por último a Guadalajara, suponemos que ya como joven adulto. Pero claro, si bien eso es "lo que pasa" en el libro, como ya dije arriba en realidad no estoy contando nada, pues toda la obrita es una sucesión de escenas oníricas, que pueden entrar mejor o peor según sea el lector, pero que no se puede negar están bien escritas, y sobre todo bien descritas: este libro gana en sus descripciones, y se distingue bien, creo, cuándo Ferlosio solo quiere describir una imagen imaginada, y cuándo quiere trasmitir un cariño especial por el objeto descrito: ya sea la genial abuela de Alfanhuí (llena de mala leche tuitera; me reí bastante y en alto en el metro con sus salidas), ya las salamanquesas que corretean por los muros de los arrabales madrileños. Lo bonito y sinestésico de muchas descripciones hace por el contrario que destaquen mucho más las escenas crueles, que lo son bastante y no son pocas: crueldad contra animales y personas en las que sí asoma más la "Castilla de Delibes" sobre la que yo creía erróneamente que iba a ir todo el libro.

No sé, ya os digo que es un libro curioso. Supongo que puede leerse tanto como un ejercicio libre de la imaginación, como intentando leer entre líneas qué quiere decir en realidad cada escena irreal. No me esforcé en hacer esto último, pero como con leerlo "sin más" se me hizo muy entretenido, supongo que quedo conforme con la experiencia.

lunes, 14 de junio de 2021

Nariokotome, Lucy, Simon, y otros australopitecos del montón (libros de 2021, 8/x)

Algún tiempo después de releer Todas las criaturas..., recordé que en su día, de adolescente, también había leído un libro mezcla de fino humor británico e historia natural que me había encantado y hecho reír mucho. Recordaba su largo e intrigante título muy bien: Crónica del Pleistoceno, o lo que no dijo Engels en "El origen de la familia, la propiedad privada y el estado"; y decidí buscarlo por las redes libreras de nuevo y viejo. Con poco éxito, he de decir: alguno había, pero en mal estado y a precios de escándalo, así que dejé correr el tema. No fue hasta un poco más adelante que, al acordarme del libro y sopesar la opción de leerlo en inglés, descubrí hilando enlaces que había otras versiones en castellano, como la que finalmente compré: Por qué me comí a Padre: El fin del Pleistoceno (Roy Lewis, en traducción de Raquel Marqués. Ediciones Gigamesh, 2017); título que por cierto tampoco es una traducción fiel del original (The Evolution Man, or How I ate my father), aunque sí se le acerca más que el de la edición que había leído yo.

La historia del libro es simple y bien curiosa a la vez. El protagonista, Ernest, nos habla en primera persona de los devenires de su tribu: una panda de homínidos del valle del Rift conscientes no solo de su lugar en el mundo, sino de a dónde quieren llegar a nada que consigan evolucionar un poco. El líder de la tribu en concreto, padre del protagonista, mezcla muy bien una especie de idealismo y de fe en la posibilidad (el deber, incluso) de desarrollo de la raza humana, con una gran perspicacia al respecto de qué camino seguir; pero deberá vencer las críticas de la facción reaccionaria de su familia, particularmente de su hermano mayor, al que toda modernidad le parece mal y que no entiende qué necesidad tenían ellos de bajarse de los árboles. El libro se inicia justo cuando el líder descubre la forma de usar el fuego, herramienta que les permite dejar de ser simples presas y pasar a tener algo que decir en la sabana, y a partir de ahí se suceden una serie de descubrimientos que a la vez facilitan y complican la vida y las relaciones dentro de la tribu. Aunque la historia se desarrolla en algún momento del Pleistoceno, la forma de razonar, y en muchos aspectos el nivel de conocimiento de los protagonistas, se corresponden con la actualidad; por ejemplo en uno de mis episodios favoritos discuten sobre si observar tal o cual especie animal les permitiría saber si se hayan aún en el Pleistoceno medio, ya en el superior o, Dios no lo quiera, todavía en el inferior.

El autor era un periodista, escritor y editor, formado como sociólogo, y este curioso libro habla más en realidad de economía y de la mente humana que de ciencias naturales. Si bien tanto lo que cuenta como el escenario donde se desarrolla la acción son a grandes rasgos coherentes, se da en el paisaje una mezcolanza de climas y especies animales de diversos momentos del Cuaternario y diversas regiones geográficas totalmente inverosímil. Además, muchas de sus aproximaciones al fenómeno evolutivo son más lamarckistas que otra cosa (normal, es la visión "lógica" del asunto), y por supuesto las adaptaciones se suceden a una velocidad de vértigo. Me huelo por lo demás de que el libro debe de estar plagado de referencias a teorías sociológicas que no he sabido captar, y que tal vez otro disfrutase más; pero en todo caso es una obrita corta y ágil, que se lee en dos patadas, y con la que yo al menos me he reído mucho y en alto.

 

martes, 8 de junio de 2021

La Cuerda Larga

Voy con una entrada de un estilo que ya casi no practico: el de la crónica de viajes. Y es una pena, la verdad: al releer entradas pasadas de mi serie de blogs, las dedicadas a viajes, que me permiten desenterrar muchos recuerdos bonitos, me hacen disfrutar mucho; ¡ojalá siguiese teniendo la paciencia y la voluntad como para elaborarlas, en vez de contentarme con un par de tuits que tiempo después ya ni sabré que existen! El viaje que relato en esta, encima, es ya de hace un mes: del pasado 8 de mayo; y ya se me habrán olvidado la mitad de las sensaciones de ese día. Pero bueno, hice muchas fotos, y al verlas ahora noto con alarma que están a punto de transformarse en una serie de fotos de paisajes de montaña a los que casi ya ni sé dar nombre, así que prefiero conservarlas aquí, para darles contexto y recordar qué es lo que vi ese día...

No sé muy bien cómo es que dije que "sí, me apunto", pero el caso es que hace cosa de un mes estaba, casi de madrugada, camino de la sierra, dispuesto a realizar con Raquel y dos amigos suyos la famosa travesía de la Cuerda Larga. Y digo que me sorprendió mi decisión porque esta ruta, entre otras cosas, tiene una cierta fama de ser bastante exigente, y yo no estoy precisamente en mi mejor forma física, tras más de un año sin casi salir de casa y bastantes más sin hacer deporte de forma regular...

La Cuerda Larga vista desde el sur, desde la sierra de Hoyo; otros elementos del paisaje. © Francisco H. Andrés

La Cuerda Larga es una ruta de montaña que une los puertos de Navacerrada y La Morcuera a lo largo de nueve cumbres sucesivas (cordal) que rebasan los 2.000 m snm.La dureza de la ruta estriba en su longitud (unos 25 Km; 21 si se evita la subida a La Najarra) y en la acumulación de subidas y bajadas. No hay además forma sencilla de "bajarse" a la mitad si uno se cansa o se lesiona, pues no pasa cerca de ninguna carretera; eso la verdad me hacía afrontarla un tanto ansioso, por lo que dije arriba. Por suerte todo fue bien, y a posteriori me causó bastantes más molestias el haberme quemado algo la cara con el sol que las agujetas de las piernas.

Perfil típico de la ruta. © Wikiloc

La logística de la ruta implica no solo proveerse de comida y sobre todo agua para todo el día, y de prever que, aunque en Madrid haga calor, arriba en el monte puede refrescar y hacer mucho aire; sino también pensar en cómo llegar y volver a casa tras la ruta. Hasta el puerto de Navacerrada uno puede llegar en transporte público, pero al de La Morcuera no (no siendo en taxi -o autoestop- desde Miraflores de la Sierra, a 10 Km puerto abajo), por lo que la gente (como fue nuestro caso) suele coordinarse con varios coches, madrugando para dejar uno en un puerto e ir luego hasta el otro, y así poder volver a por él luego con el primero. Una palicilla de carretera que añade unas 2 h en total a las que hay que dedicar a la ruta, pero bueno, la otra opción es dormir en destino y desandar a día siguiente lo andado... o hacerlo de vuelta corriendo el mismo día, que de todo hay en la viña del Señor.

La ruta, claro está, puede hacerse en ambos sentidos, pero lo más habitual suele ser comenzar desde el puerto de Navacerrada: haciiéndolo así se acumulan menos metros de subida, y además las más pronunciadas se presentan al principio, cuando uno está aún más fresco. Ese fue nuestro plan, y comenzamos a subir al Alto de Guarramillas a eso de las nueve y media dejando atrás los edificios del puerto: bloques de hoteles y antiguas residencias militares, neoherrerianos o directamente feos, en su mayor parte abandonados; relictos de una época en que por una parte aún había mucha nieve en Madrid, y por otra el pijerío local no lo era tanto como para poder escaparse hasta Andorra o Sierra Nevada.

Esta primera subida no ataca al monte por el medio y medio, sino que zigzaguea por su cara sur. Toda la Cuerda Larga es una sucesión de amplias vistas si el día está claro; estas primeras permiten ver primero, al fondo del vale de La Barranca, el pequeño embalse de Navacerrada, y al fondo el de Valmayor, con su característica forma de V o de gancho. A la derecha en la foto, hacia el SO en el mapa, se suceden tras la figura más angulosa del Abantos los picos cada vez menores de la sierra de Guadarrama, hasta llegar ya a Gredos y volver a tomar altura, pero la reverberación no deja ya ver tanto.

En el último tramo de subida el sendero empalma con la pista de hormigón que permite acceder a la cumbre tanto a los operarios de la estación de radio como a los ciclistas de las Vueltas a España.

El Alto de Guarramillas es mucho más conocido por su mote de la "Bola del Mundo", relacionado con estas antenas tan coloridas y que permiten identificar este monte desde lejos sin problemas. 2265 m snm, primera cumbre del recorrido. Si atiendo a la hora de las fotos, llevamos apenas tres cuartos de hora caminando.

Y todavía nos quedaba bastante, así que ¡hala, p'alante! Desde lo alto de la Bola del Mundo se intuye buena parte del resto del cordal: el cerro de Valdemartín primero, que será el siguiente alto, y detrás las Cabezas de Hierro, que vienen luego. Más a lo lejos se intuyen grandes bloques graníticos, mezcla de La Pedriza y de su continuación en la sierra de la Cabrera. Todoos estos montes que menciono son plenamente madrileños...

... sin embargo aquí se encuentra también la cabecera del valle de Lozoya, que discurrirá todo el tiempo en sentido oeste-este, constituyendo el flanco norte de la ruta. Los montes que lo cierran por el norte forman otro cordal distinto dentro de la sierra de Guadarrama: los montes Carpetanos, por cuyas cumbres pasa la divisoria con Segovia. El picacho más alto y nevado que se ve es Peñalara, la cumbre más alta de ambas provincias (2428 m snm). El desastre de pistas de tierra que se ve en primer término es Valdesquí, que si no me equivoco, tras la no renovación de concesión de la estación de Navacerrada desde este año, será el próximo invierno la única estación de esquí de la Comunidad. Que tenga o no nieve ya será otro cantar...

Bueno, que me pierdo en divagaciones. La empinada y derecha subida al cerro, que se hizo algo dura, la hicimos acompañados aún de varias personas; bastante gente se plantea excursiones de ida y vuelta desde Navacerrada hasta aquí, o tal vez hasta las Cabezas. Pero desde estas, y hasta que nos fuimos acercando al final de la ruta, ya con poca gente nos íbamos a cruzar.

Finalmente, cumbre del cerro de Valdemartín, 2280 m snm, once de la mañana. La cumbre está en la antenita esa, y saco la foto "hacia atrás" (que se ve Guarramillas al fondo) porque hacia el otro lado, con el sol, no salió allá muy bien.

Siguiente destino casi al alcance de la mano: las Cabezas de Hierro, el punto más elevado de la travesía.

Del Cerro de Valdemartín a las Cabezas hace uno la última subida empinada obligatoria (más de esto luego) de la ruta. Justo antes de llegar a la cumbre de la primera cabeza, y más con el aire que hace, puede ser buena idea descansar un poco y hacer las fotos que desde arriba uno no podrá hacer con la misma comodidad.

Mirando hacia atrás se ve cómo desde la Bola del Mundo uno hubiera podido desviarse hacia el sur para hacer cumbre en La Maliciosa, mucho más accesible desde esta cara que subiendo desde Navacerrada o Becerril de la Sierra, localidades a la que muestra su cara más rocosa y temible, que la hace reconocible a gran distancia. El valle que se abre a su abrigo y el del Cerro de Valdemartín es el Ventisquero de la Condesa, de cuyas nieves acumuladas y otras surgencias de agua nace el Manzanares.

Desde este tramo comienza a verse bien La Pedriza, el gran macizo de bloques graníticos contiguo a la cara sur de la Cuerda Larga, también fácilmente reconocible desde lejos. Y se ve el embalse de Santillana, primera gran presa que recoge las aguas de un Manzanares casi recién nacido. Tanto Madrid hacia un lado como Segovia hacia el otro se ven también desde aquí, pero intentar fotografiarlas con la reverberación del día soleado y medio húmedo es pedirle ya demasiado a mi móvil...

Doce y cuarto, Cabeza de Hierro Menor (2374 m snm), comienzan a pesar las subidas. Las Cabezas son una cumbre doble, y la Mayor está ahí tan al alcance de la mano que es una pena detenerse; mejor seguir.

En este tramo más alto de la travesía quedan aún algunos neveros, pese a estar las laderas orientadas al sur; todavía había nevado un tantico el fin de semana anterior. La nieve no estorbaba para pasar, y siempre adorna y hace ilusión tocarla; mucho mejor así, domada, que filomenizando la ciudad.

Y ya por fin, techo de la Cabezas y segunda cumbre más alta de la Comunidad tras Peñalara (que se ve en la imagen): Cabeza de Hierro Mayor (2381 m snm), doce cuarenta de la mañana.

Una vista atrás hacia su hermana pequeña, de la que veníamos. Los que conozcáis la zona tal vez os estéis preguntando por qué narices no hice la típica foto del/junto al vértice geodésico de lo alto del monte. Pues bien: mucha gente queriendo hacer lo mismo (de hecho a una pareja les hice yo la foto; creía que con el virus ya no se pedían estas cosas), y mucho viento; un viento que por veces pasaba de desagradable a casi peligroso. Pero bueno, igualmente si conocéis la zona reconoceréis los paisajes y veréis que no os engaño.

Paramos a comer algo en lo más alto, pero a sotavento (increíble la diferencia de bienestar solo con ponerse a resguardo de un bloque rocoso grande). Y tocaba después continuar hacia las cumbres, más accesibles, de la segunda mitad de la travesía: primero la Loma de Pandasco, que casi no destaca en el perfil del cordal, y al fondo, sin distinguirse bien desde aquí, Navahondilla y el Asómate de Hoyos.

Bajando de Las Cabezas, este reconocible bloque solitario, Peña Vaqueros, se sitúa aproximadamente en mitad de toda la Cuerda Larga.

Nos dieron las dos de la tarde en la Loma de Pandasco (2247 m snm, pero como solo resalta nueve metros del terreno circundante uno se la salta casi sin darse cuenta). Al fondo, Navahondilla y el Asómate, tras atravesar una planicie de vegetación rala, abrasada por el sol, el hielo y el aire.

Ya desde las Cabezas, se contempla en toda su extensión hacia el norte todo el valle del Lozoya, principal núcleo lobero de la Comunidad de Madrid.

Y hacia el otro lado quedan las mil formaciones caprichosas de La Pedriza. Los entendidos las reconoceréis y sabréis darles nombre; yo todavía no llego a tanto.

Pues nada, seguimos andando. No me gusta decir que este tramo es "feo"... pero sí, es feo. Y, aunque llano, se hace largo.

Casi se agradece volver a subir hacia Navahondilla, el siguiente pico de la ruta, y volver a ver grandes peñas y, a su amparo, vegetación algo más criada.

Tres de la tarde. Mirando atrás desde lo alto del Navahondilla (2234 m snm), desde donde se identifica bien el perfil cortado en vertical por el sur de La Maliciosa, se ve toda la cuerda que viene uno de hacer desde Las Cabezas. Estos montes que quedan a los lados del gran batolito de La Pedriza están formados por las rocas que se metamorfizaron al ser comprimidas, desde el centro de la tierra como quien dice, por la elevación de esa masa granítica interna.

Me refiero a los gneis, claro, y a su característico aspecto de Comtessa por la alternancia de chocolate (micas: biotita) y nata (cuarzo y feldespato).

Desde Navahondilla, la cumbre del Asómate de Hoyos se ve casi al lado, y no cuesta llegar.

Y allí estábamos unos minutos más tarde (2242 m snm), una cumbre de grandes bloques de piedra. Al abrigo de ellos comimos por segunda vez, o merendamos por vez primera, lo que prefiráis.

El Asómate no es que permita asomarse ya mucho por perspectiva hacia La Pedriza...

... pero sí permite ver bien las dos cumbres que quedan en la ruta: la Loma de Bailanderos primero, y La Najarra luego. Desde aquí la Cuerda Larga deja de ir en sentido estricto oeste-este para desviarse algo hacia el noreste; "hacia la izquierda", viniendo como veníamos nosotros). Si uno desciende en cambio "hacia la derecha" llega a varias rutas que atraviesan el tramo oriental de La Pedriza.

El Collado de la Peña de Los Lobos (lugar que, como dije arriba, seguramente vuelva ahora a hacer honor a su nombre) une el Asómate de Hoyos con la Loma de Bailanderos. Se recorre rápido, pues la bajada desde el Asómate es pronunciada.

Pero toca después subir, claro. No mucho, pero es un ascenso medianamente complejo porque muchas veces, más que por sendero, va uno saltando de piedra en piedra. Lo de "bailanderos" le viene precisamente de que muchas de las rocas, en equilibrio precario unas sobre otras, oscilan al ponerse uno encima.

Cuatro y media de la tarde, hacemos cumbre en Bailanderos (2133 m snm). Mirando atrás se ven unas bonitas últimas vistas de La Pedriza y del embalse de Santillana; y también el solitario Cerro de San Pedro, junto a Colmenar Viejo.

Hacia delante de nuevo el Cerro, y también nuestro siguiente destino: La Najarra; y el pequeño embalse de Soto del Real a la derecha. La visibilidad del día no era excepcional y tampoco lucen tanto las fotos de paisajes; además por la tarde ya se iba nublando un tanto (por nosotros mejor, que ya llevábamos suficiente solanera encima de todo el día).

Y ya, como decía, el último pico de la Cuerda Larga, La Najarra. Al llegar a su base el camino se bifurca: puede uno tanto seguir una senda ya sin desnivel hasta el puerto de La Morcuera, o subir en cambio este último pico. Reconozco que, pese a no estar especialmente cansado, por pereza bien me hubiera gustado ahorrármelo... pero como iba con un grupo de motivados que querían subir sí o sí, y no me apetecía tener que estar esperándolos en el coche luego, pues bueno, p'arriba que fui yo también.

Subir a La Najarra no solo añade casi cuatro kilómetros más a la ruta, sino que estos son en forma de una subida pronunciada y una bajada mucho peor, de las que te dejan las rodillas fastidiadas. Pero claro, esto uno lo descubre cuando ya lo ha hecho, y no antes... en fin. Subiendo subiendo hacia la cumbre de grandes rocas, deja uno primero a un lado un refugio de acceso libre...

... de "acceso libre" básicamente porque no tiene puerta. Es una cabañita de piedra minúscula, donde caben dentro dos personas tumbadas (o tres, si se quieren mucho) y poco más. Le iba a sacar una foto al interior para que lo vieseis, pero ya estaba ocupado por gente y no me pareció decoroso (esa es otra, que tú puedes tener la idea de dormir ahí pero llegar y encontrártelo ya ocupado). Vistas bonitas tiene, eso sí.

Y por fin, a las cinco y media, llegamos a lo alto de La Najarra (2120 m snm); ya no va a haber que subir más. Toca echar la vista atrás y ver de dónde viene uno...

Hacia atrás a un lado, el extremo de La Pedriza y el Cerro de San Pedro. La línea derechita que se ve es la vía que me lleva a Galicia cuando toca visita, antes de enterrarse bajo la Sierra a la altura del vertedero de Colmenar Viejo.

Y hacia atrás al otro lado, inmediatamente delante el batiburrillo de Cuerda Larga y senda de los que venimos. Y a lo lejos ya, al otro lado del valle del Lozoya, todo el otro cordal de los Montes Carpetanos, con Peñalara destacando sobre los demás.

Delante queda la bajada, claro, que ya veis qué empinada se presenta. Al otro lado del puerto de La Morcuera, donde vamos, se inicia la sierra de La Morcuera, que sería como la continuación de nuestro cordal. Una senda la recorre por arriba también, uniendo este puerto con el de Canencia, casi diez kilómetros más allá. No entiendo cómo a nadie se le ha ocurrido bautizarla como "la Cuerda Corta", la verdad...

Y ya llegando abajo se abre todo el valle que baja hasta Miraflores de la Sierra, y más allá hasta el embalse de Pedrezuela/El Vellón. Cansados, pero enteros, pasadas las siete de la tarde llegamos al coche que habíamos dejado por la mañana, para volver con él al puerto de Navacerrada una vez más, a por el otro; y luego a casita.


Y esto en cuanto a la ruta. Acobardado ante la perspectiva de tener que hacer un esfuerzo físico mucho mayor del que al final fue, me había planteado el día como una jornada de "puro senderismo": agua, comida y ropa de abrigo; ni prismáticos ni cámara. Ni estuve especialmente atento pues ni me paré tampoco demasiado con bichos y plantas, que además el viento, inmisericorde todo el día, tampoco invitaba a ello. No me dio la impresión de perderme gran cosa "a bulto": algún buitre nos pasó por encima, y ya en La Najarra vimos algunas cabras montesas; pero nada más así de pelo o pluma, no siendo el canto casi constante de las alondras comunes que crían en estos páramos alpinos. Sí me paré con algún bicho pequeño que nos salió al paso, y con las flores más abundantes de la jornada:

Iberodorcadion hispanicum. Este género de escarabajos longicornios, que habita normalmente terrenos montañosos, está muy diversificado en nuestro país, donde abundan las especies exclusivas de determinados sistemas montañosos. No son de fácil identificación, pero tampoco suelen coincidir geográficamente; esta especie es la que corresponde a la Sierra de Guadarrama.

Iberolacerta cyreni. La lagartija carpetana es una especie de otro género igualmente con varias especies exclusivas de zonas montañosas del norte y centro peninsulares, como esta, propia de las cumbres del Sistema Central. Las Iberolacerta, que resisten bien las condiciones frías, fueron las lagartijas dominantes en Europa durante los últimos periodos glaciales, pero durante el último episodio de calentamiento las sustituyeron las Podarcis, mucho más amantes del calor, y estas fueron quedando relegadas a las cumbres (todas las especies en la Península, salvo una en los Balcanes). Este machito debía de haberse despertado no hace mucho de la invernación; todavía le faltaba por coger el bonito tono turquesa que tienen en el apogeo de la época de cría.

El frío y la sequedad del suelo pedregoso son factores que limitan bastante la diversidad de especies vegetales, que suelen además crecer todas con forma de pequeños cojincillos, moldeados por el viento, y que protegen un núcleo interior algo más cálido y húmedo. Sin embargo, las pocas especies que consiguen adaptarse se encuentran una buena extensión de terreno solo para ellas, y pegadas al suelo, y entre las grietas, estas cuatro fueron con diferencia las especies más comunes de toda la Cuerda Larga:

Cerastium ramosissimum

Gagea sp. (¿Gagea nevadensis?)

Ranunculus sp.

Armeria caespitosa

Y por último un piorno (Cytisus oromediterraneus), que estaban de aquellas empezando a amarillear y que deberían ahora un mes más tarde haber transformado buena parte de las cumbres en una inmensa y olorosa alfombra amarilla.


Finalizo con una imagen de grupo, para acordarme a la vuelta de los años de la gente tan requetemaja con la que pasé este día...

Y con otra mía, ya en La Morcuera, donde se me ve mejor la cara y además que, tras 25 Km de subebaja, sigo fresco como una lechuga. Que nunca se sabe quién puede entrar aquí buscando pareja...

Y nada, si la ruta os ha gustado y tal vez os apetecería hacerla, estos tres enlaces que pongo ahora la cuentan bastante mejor que yo, con fotos y demás:

http://gmpatapumparriba.blogspot.com/2013/06/la-cuerda-larga-sierra-de-guadarrama.html

https://aquienlasierra.es/sierra-de-guadarrama/ruta-cuerda-larga-nueve-cumbres/72437/

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/cuerda-larga-del-puerto-navacerrada-al-puerto-la-morcuera-sierra-de-guadarrama-4679054