domingo, 1 de diciembre de 2019

Tres, eran tres...

He tenido el blog bastante descuidado en noviembre... bueno, no pasa nada: ya cuando decidí retomarlo me dije que sería para escribir cuando quisiese, no por obligación. He estado tentado de escribir sin ganas a lo largo de este mes, por puro "sentido del deber"; y me alegro de no haberlo hecho, pues si vuelvo a imponerme escribir como una obligación,me volveré a terminar amargando. Hoy en cambio, que sí me apetecía escribir, aquí estoy.

Hoy "aquí" en casa, pero ayer por la mañana, en una tregua que nos dio el cielo en este fin de semana más gallego que madrileño por lo lluvioso, me acerqué a dar una vuelta por El Pardo, con sorpresa inesperada incluida. No se las ve si no sabes dónde mirar, cierto, pero en la foto de arriba están "a la vista" las tres garzas que vi ayer, cada una de su especie:

Y la más rara es esta, una garceta grande Ardea alba. Esta especie, que todavía era una rareza siendo yo ya no tan chico, y que se ha ido volviendo moderadamente frecuente como invernante y algo menos como reproductora, es aún bastante escasa en Madrid. Y siendo por lo demás un ave que suele dejarse ver junto a lagunas, embalses y otros humedales más abiertos, me sorprendió mucho verla entre la maleza del soto del Manzanares ya dentro del mismo pueblo, aunque casi invisible desde la calle.

Mientras la garceta grande no dejaba de remover el fondo con los pies y de capturar y comer algo (creo que cangrejos), desde las ramas caídas de los olmos y chopos del soto sus congéneres no la perdían de vista: una bonita garceta común Egretta garzetta...

... y una huraña garza real Ardea cinerea que no hizo el menor esfuerzo por salir de la zona más enmarañada de la orilla, ni aunque se lo pidiese para vosotros.

Más cosas. Como cada invierno, muchos de los pequeños insectívoros sedentarios ("páridos", pero incluyendo también agateadores, trepadores, reyezuelos y mosquiteros) se juntan en bandadas pluriespecíficas que vuelan de un árbol a otro, reclamando constantemente y cubriéndose las espaldas ante cualquier depredador que pueda aparecer. Este trepador azul Sitta europaea no me quedó demasiado mal, pese al contraluz. Otras bandadas se movían también por el Pardo, pero volando más altas; aunque no mucho, pues en estos días cargados de nubes, sin sol que caliente el suelo y levante corrientes ascendentes, a los buitres leonados y negros les cuesta remontarse, y estuvieron toda la mañana cicleando numerosos bastante cerca de los árboles.

Aunque si de bandadas hablamos, ayer la palma se la llevaron las de torcaces Columba palumbus: el cielo estaba literalmente lleno de nubes de palomas, que se espantaban por menos de nada, revoloteaban un par de veces y volvían a dejarse caer sobre las encinas para llenarse el buche de bellotas. Y los gamos corriendo tras ellas también, para comer las que se caían al suelo al varear ellas las ramas con sus alas.

Quise acabar el paseo y las fotos de la mañana con alguna composición bonita de las plantas flotantes de un arroyuelo junto al embalse; ya se me ha pasado bastante la comezón acuarística de hace un año, pero me dio tan fuerte que aún me pega más de un ramalazo. Y por falta de técnica y de estética solo conseguí algunas fotos feas y quemadas...

... pero al fijarme mejor me di cuenta de que entre los berros y las lentejas de agua flotaban unos cuantos frondes de Azolla filiculoides, un helecho flotante americano que de hecho también se emplea en acuarios, pues visto de cerca presenta un aspecto de lo más delicado; pero que se comporta en Europa como una especie invasora bastante nociva, pues suele crecer sin control hasta cubrir por entero grandes masas de agua, asfixiando todo lo que vive debajo al impedir la entrada de luz y el intercambio gaseoso. Se especula con que explosiones masivas de las poblaciones de estos helechos en el Ártico durante el Eoceno acabasen con la etapa más cálida que ha vivido nuestro planeta. Ea, viene al pelo el enlace de cara a la COP25 que empieza mañana...

No hay comentarios:

Publicar un comentario