martes, 24 de diciembre de 2019

Tras cuatro meses de máster (I)

Llevo un par de días bastante encendido: primero al ver en las noticias a un fulano limiano que, rodeado de agua por todas partes, tenía las narices de echarle la culpa a que "non limpan o río". Claro, porque que llueva y un río que fluye normalmente con un caudal ridículo se desborde hasta el punto de anegar 3.000 hectáreas se hubiese podido evitar cortando los sauces de la orilla. Luego, iba ayer por la calle y escuché también de pasada a otro decir que a ver si se ocupaba de una finca que tenía "a monte, porque a leña de carballo non sirve pra nada, so pra queimar..." Otro visionario. Pues eso, dos días deseando que alguien limpie Galicia a fondo (con napalm), con todos nosotros dentro, y que después de doscientos años la repueblen con algunos centroeuropeos que sepan apreciar la naturaleza del lugar donde viven...

Venía aquí a desahogarme en el blog vomitando todo lo de arriba de forma mucho más virulenta, pero mientras se encendía el ordenador me fui serenando y dándome cuenta de que la reacción correcta a lo de arriba es "educación, educación, educación..." ¡Qué rabia, con lo cómodas que son las soluciones rápidas y radicales! Como quiera que además me estoy formando como profesional de la educación (?), y que esta época del año es especialmente propicia para repasar listas de propósitos, se me ocurrió que, mejor que revolcarme en bilis, sería repasar qué fue de aquella lista de miedos pre-máster de hace cuatro meses, ahora que ya hemos terminado clases y exámenes y que ya solo nos quedan por entregar un par de trabajos con los que amargarnos las vacaciones. A esta lista me refiero; releedla y vamos con ella:

- El primer punto a destacar seguramente sea que yo también he tenido que releerla. Lo destaco como señal de que, al final, tamañas preocupaciones no lo fueron tanto. Para variar.
- Compaginar currar de nueve a dos con tener clases de cuatro y media a nueve y media durante dos meses fue bastante coñazo, sí, pero ¡hey, sobreviví!, a expensas de dormir algo menos de lo que me gustaría. Sin embargo, me las apañé para que me diese tiempo de comer como Dios manda todos los días, que al final no se tardaba tanto de Cantoblanco a Ciudad Universitaria.
- Hicimos gran cantidad de trabajos en grupo, y eso no ha hecho que me gusten más, pero tener que retrasar los trabajos para el fin de semana no fue un problema en ese sentido; más bien en este máster hemos sido prácticamente todos especialistas en acabar las cosas a última hora, me temo.
- Por sorteo, me tocó ser el último en escoger centro donde hacer las prácticas... Y sí, todos los que me quedaban relativamente cerca de casa volaron, pero al final había tanta oferta que encontré un instituto en Alcorcón que no me quedaba tan a desmano. Al menos no más que Cantoblanco, así que los viajes de ida y vuelta no serán nada extraordinario.
- Y con respecto al TFM, a investigar sobre educación y todo eso que tanto me preocupaba, sigo sin saber muy bien ni sobre qué voy a hacer el trabajo ni cómo, pero sí me he relajado mucho, tras hacerme una idea del nivel de exigencia del máster y ver que vaya, tampoco era para tanto...

¿Qué lecciones saco de esta lista? Ninguna. Es decir, una sí: que le basta a cada día su afán y que no gana uno nada con agobiarse antes de tiempo. Pero eso es algo que "sé" desde siempre, y que no me impide estar ahora igualmente de los nervios pensando en cómo me irá cuando empiece las prácticas. Y así me moriré, angustiado por el futuro. Con que no sea demasiado, me vale.

Otro día sigo con un análisis de lo que han dado de sí de verdad los meses de clase. Pero no ahora; ahora toca preparar y prepararse para la cena...

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