miércoles, 1 de enero de 2020

Balance listero de 2019

 ¡Feliz 2020! ¡Feliz cambio de década, de decena, de decimal o de lo que os dé la gana!

Al lío: no os negaré que parte de los motivos a favor de mi decisión de retomar el blog, tras el hiato de varios meses, fue el de tener algún lugar donde dejar constancia para el Antón del futuro de cuál había sido el primer pájaro del año. En 2020 han sido mis queridas currucas capirotadas Sylvia atricapilla, que pese al trajín frente a casa de las obras de la nueva estación del AVE siguen aquerenciadas en los aligustres que quedan con fruto.

El otro propósito tradicional de mi primera entrada del año es el de repasar qué me he tachado que me haya llamado la atención a lo largo del anterior. Para esto la falta de blog sí ha supuesto un contratiempo: ya no es solo que no tenga entradas antiguas donde ir a rememorar los meses transcurridos, sino que directamente muchas veces ni siquiera llevé al campo la cámara (ni he tomado nota en el cuaderno, claro); así de despreocupado/abandonado he llegado a estar. Con todo y con eso, del único bimbo de 2019 en la categoría reina (terópodos, evidentemente) sí tengo foto:

Muy mala, porque quedaba poca luz y la tía se movía a toda pastilla, pero me da igual: la agachadiza chica Lymnocryptes minimus es una de las especies míticas entre los pajareros ibéricos, no tanto por lo escasa (en invierno, que es cuando viene) como por lo discreta, al nivel de las polluelas. Que un ejemplar decidiese pasar el invierno pasado en el Manzanares en pleno centro de Madrid fue un regalazo que muchos corrimos a aprovechar, y el 31 de enero, junto con Raquel, me eché al zurrón el único pájaro nuevo de 2019. Este año ¡son dos! a falta de una; seguro que me bajo pronto a hacer una visita...

En lo que al campo respecta, Raquel este año me ha salvado la vida, las cosas como son, pues con el fin de tesis y mudanza a América de por medio a Álex y a Andrea los he visto mucho menos de lo que hubiera querido. Con Raquel me he movido en 2019 de un lado a otro, aunque con una marcada tendencia hacia el norte. Y hacia el norte queda por ejemplo Asturias, donde hemos estado dos veces: un día en Picos hace nada, en el puente de la Inmaculada, y otro viaje más largo a Somiedo el del 1 de mayo.

 Y de Somiedo en mayo es este tritón alpino Mesotriton alpestris, uno de los anfibios "comunes" que me faltaban, y que consecuentemente me hizo mucha ilusión, más aún por poder verlo cerca y bien sin necesidad de sacarlo del agua y molestarlo, que es una cosa en la que intento corregirme y hacer cada vez menos (y así también disimulo que, las más de las veces que intento capturar un bicho, este se me escapa por lo torpe que soy).

"Tú no vienes aquí a por tritones..." Yo de Somiedo me hubiese vuelto bien contento con el tritón, pero para alegría de mis dos acompañantes triunfamos también con el que era el objetivo del viaje; aunque a mí los osos pardos Ursus arctos no me hiciesen tanta ilusión como al común de los mortales, y menos aún viéndolos a 2 Km en línea recta (clavados, lo miré en Google Earth). Pero ea, quedan los tres grandes carnívoros vistos; una cosa menos en la que perder el tiempo en el campo, que ¡será por la de herpetos y flores que quedan por ver!

Una "flor", por llamarlo así, fue el cuarto bimbo que me hizo sonreír en 2019: el arceutobio o muérdago del enebro Arceuthobium oxycedri, que vi con Raquel un día de primavera en que (sin cámara...) subí con ella a "tacharme" La Pedriza; que ya tenía delito, tras 13 años viviendo en Madrid. También fueron cayendo otros lugares de renombre y muy ligados a la figura de Félix, como las Merindades, las hoces de Riaza o las del río Dulce; lugares de los que sí tengo fotos, pero sobre los que por falta de tiempo (no), pereza y falta de motivación no he ido escribiendo entradas; tampoco de Somiedo, ni del viaje de diciembre a Asturias y Cantabria, ni de... Bueno, algún día tal vez, tal vez con mejores ánimos. De momento a ver si le arrancamos a 2020 un alzacola rojizo y una culebra de cogulla, y con eso me conformo...

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