Lo reconozco: soy de esas personas (envidiosos, creo que se nos puede llamar) que, cuando algo o alguien se hace popular, lo miran con un cierto desdén; por mucho que en realidad esa persona o cosa sea realmente buena, o incluso nos guste... Por el ámbito en el que me muevo, hay un fandom con el que me cruzo a menudo y que me resulta bastante pesado, que es el de Darwin. Y sí, ya lo sé: la publicación del Origen en 1859 dio comienzo a una revolución radical de la forma en que vemos el mundo. Reconocer la existencia de los procesos evolutivos y entender su funcionamiento perfunde hoy toda la biología (desde el estudio de las moléculas hasta el de ecosistemas enteros), y más allá; y todo esto nace de la perspicacia del amigo Darwin... ya, ya lo sé: no le quito un ápice ni de mérito ni de relevancia, pero tampoco necesito que me lo recordéis a todas horas (porque tengo esa tara; en realidad no es culpa vuestra). Cada vez que en un artículo leo un "ever since Darwin blablabla (1859)" totalmente innecesario frunzo el ceño, al igual que cuando os veo con un I think... y un arbolito tatuados, o que os escucho cambiar un "gracias a Dios" por un "gracias a Darwin". Me tenéis frito. Y hacéis que se me hayan quitado las ganas de leer cualquiera de sus obras.
... Y sin embargo, Darwin en sí me cae muy bien; lo recordaba releyendo estos días un libro que no cogía en casa desde que era un crío pequeño. Darwin. La expedición en el Beagle (1831-1836) (de Alan Moorehead, 1969; en traducción de Manuel Crespo para el Círculo de Lectores, 1980) es un librillo que, basándose en la propia crónica de Darwin, narra el viaje del científico alrededor del mundo como naturalista de a bordo del Beagle, en una misión cuyo principal cometido fue en realidad realizar una cartografía detallada de las costa del Cono Sur (por comparación el resto del mundo apenas ocupó espacio de viaje, ni lo ocupa en el libro). Es prácticamente un libro de aventuras y de curiosidades, escrito en un estilo simple, casi como para jóvenes; y al que al leerlo ahora se le nota el medio siglo en la falta de revisionismo histórico. Pero es un libro que de chaval me había encantado, antes de que "me estropeaseis" la figura de Darwin; y que al releerlo ahora me lo ha vuelto a salvar. Espero que me dure el estar de buenas.
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