miércoles, 16 de octubre de 2019

Por el barranco del río Dulce

 Le faltaba un poco de otoño al soto del Dulce para ser, además, el "río de Oro". En verdiamarillo se quedó, como esa culebra que tantas ganas tengo de ver...

 Escapamos Raquel y yo el domingo a dar una vuelta por este Parque Natural alcarreño, que pilla apenas a una hora de Madrid. Y salgo ahora tan poco al campo que ya me parece hasta ofensivo quejarme como hacía a veces antes de que "no vimos nada especialmente interesante": el día (luz, temperatura...) no podía ser más agradable, los matices otoñales se colaban aportando colorido por todas las esquinas, y además el sitio tiene una carga sentimental que comentaré más adelante; en resumen, difícilmente podríamos haber pasado mejor día.

 El del Dulce es una especie de cañón del Duratón en pequeño: con un río mucho más humilde y el castillo semiderruído de Pelerina en vez de la ermita de San Frutos Pajarero, pero en esencia lo mismo: una paramera bien pobre, helada en invierno y tostada en verano, con sus tomillares y sus sabinas, que se hunde de repente allá donde un río ha ido acurrucándose entre la roca caliza; y al fondo, donde hay algo más de suelo y de humedad, agarra un bosque bien distinto del que tenemos por el norte, donde todo son tortas y pan pintado...

 Faltaba tal vez un poco más de agua; o de lluvia, por ser más precisos, pues aunque la tarde anterior había sido tormentosa allí y en Madrid, en estos terrenos calizos ya tiene que caer durante bastante tiempo como para que la cascada del Gollorio fuese una cascada (y no un acantilado, sin más) y que haya agua en las "pozas" dentro de las que nos sentamos a comer.

 Como de costumbre, como ya he contado en otras ocasiones, estos montes del sistema Ibérico se forran de frutos en otoño. A mayores de los rojos pomos del espino albar Crataegus monogyna, de buen tamaño, había cerezas (ya pasadas, claro), madreselvas, escaramujos, aún bastantes moras, cornejos o jazmines; todos los arbustos del barranco están esperando a los zorzales y currucas que se avengan a llevar a sus hijos de excursión.

 Un cangrejo señal Pacifastacus leniusculus, una especie americana que se ve menos que el omnipresente cangrejo rojo por preferir aguas más frías, y que precisamente por eso fue otrora la especie escogida por los pescadores para ser introducida en las zonas del interior peninsular de clima más riguroso. Se movían varios de estos por el cauce del Dulce, caminando de piedra en piedra, aunque sin mostrar demasiado miedo. Espero que al menos sirvan de alimento a alguna nutria que se deje caer por la zona...

Y acabo ya, a mayores de agradeciendo a Raquel que me saque a sitios tan chulos, con la pequeña nota sentimental: en este barranco rodó Félix Rodríguez de la Fuente varios de los capítulos de El Hombre y la Tierra. Era este el "Valle de las Águilas", aquí se crió el alimoche Gaspar, y entre los arbustos espinosos del fondo de valle vivían los alcaudones de uno de los episodios que más me gusta. No había estado antes aquí, pero sin duda la sensación de volver a casa fue de las mejores cosas que me llevo del domingo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario