sábado, 21 de septiembre de 2019

De Madrid a la era....

 ... y una ventana (del tren) para verla. Y un móvil malo para hacerle fotos horribles; lo siento. Aunque el Alvia a Galicia pasa más o menos por el mismo sitio, la menor velocidad y mayor cercanía al suelo del, vaya, Cercanías, me permitieron la primera vez que fui al nuevo curro fijarme en un espacio agrícola que resultaba sorprendente, tan cerca del borde "duro" de la ciudad. No bien rebasa uno Valverde, al poco de salir de la estación de Fuencarral, de repente los muros de hormigón y baldíos con ailantos tan típicos del entorno de las vías se transmutan en cultivos de secano que bien podrían estar en el medio de La Mancha...

 El "triángulo agrícola", desde el satélite. La ciudad (en crecimiento) al sur y llegando también por el este, que en todo caso limita, inflexible, la vía. Y al norte el monte de El Pardo formando también un borde duro, pero hacia el lado forestal, en vez del urbano. Y dentro mi islita de cereal, con un arroyo, pocas casas desperdigadas por medio, una alquería que casi no se ve desde el tren, y una yeguada que sí.

Ahora que no puedo ir al trabajo andando, he "adoptado" este paisaje como mi meadow particular: mi espacio donde embobarme con el trascurrir del tiempo y las estaciones. Al empezar el año el terreno se veía casi sin vegetación, pues la parquedad en lluvia del invierno no había dejado crecer al cereal. Enseguida florecieron los almendros, echaron hoja las higueras, empezaron los milanos a hacer su cabriolas entre los cables y los pinos, y la poca agua primaveral bastó para que, mal que bien, el suelo verdease de trigo y cebada, tachonados del rojo de las amapolas y con los jaramagos pintando de amarillo las lindes. Llegó rápido el verano, las abubillas y los gazapos nos miraban pasar desde el borde de la vía, y en algún momento de mis vacaciones las segadoras transformaron la mies en rastrojo. Rastrojo al que ahora, a nada que ya ha llovido algo, le empieza a crecer un no-pero-sí de renovado verdor... No sé si en el mes largo que me queda de hacer este recorrido llegaré a ver los tractores removiendo el suelo y al sembrador sembrar su semilla, o si tendrá alguno de los estudiantes que tomar mi relevo como cronista mental de este espacio... Me iré fijando en su devenir en todo caso, cuando lo vea fugazmente desde el otro tren; no puede perderse la memoria de esta tierra tan valiosa: si no en toneladas de cereal, sí en arrobas de sosiego para mi alma.

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