lunes, 14 de junio de 2021

Nariokotome, Lucy, Simon, y otros australopitecos del montón (libros de 2021, 8/x)

Algún tiempo después de releer Todas las criaturas..., recordé que en su día, de adolescente, también había leído un libro mezcla de fino humor británico e historia natural que me había encantado y hecho reír mucho. Recordaba su largo e intrigante título muy bien: Crónica del Pleistoceno, o lo que no dijo Engels en "El origen de la familia, la propiedad privada y el estado"; y decidí buscarlo por las redes libreras de nuevo y viejo. Con poco éxito, he de decir: alguno había, pero en mal estado y a precios de escándalo, así que dejé correr el tema. No fue hasta un poco más adelante que, al acordarme del libro y sopesar la opción de leerlo en inglés, descubrí hilando enlaces que había otras versiones en castellano, como la que finalmente compré: Por qué me comí a Padre: El fin del Pleistoceno (Roy Lewis, en traducción de Raquel Marqués. Ediciones Gigamesh, 2017); título que por cierto tampoco es una traducción fiel del original (The Evolution Man, or How I ate my father), aunque sí se le acerca más que el de la edición que había leído yo.

La historia del libro es simple y bien curiosa a la vez. El protagonista, Ernest, nos habla en primera persona de los devenires de su tribu: una panda de homínidos del valle del Rift conscientes no solo de su lugar en el mundo, sino de a dónde quieren llegar a nada que consigan evolucionar un poco. El líder de la tribu en concreto, padre del protagonista, mezcla muy bien una especie de idealismo y de fe en la posibilidad (el deber, incluso) de desarrollo de la raza humana, con una gran perspicacia al respecto de qué camino seguir; pero deberá vencer las críticas de la facción reaccionaria de su familia, particularmente de su hermano mayor, al que toda modernidad le parece mal y que no entiende qué necesidad tenían ellos de bajarse de los árboles. El libro se inicia justo cuando el líder descubre la forma de usar el fuego, herramienta que les permite dejar de ser simples presas y pasar a tener algo que decir en la sabana, y a partir de ahí se suceden una serie de descubrimientos que a la vez facilitan y complican la vida y las relaciones dentro de la tribu. Aunque la historia se desarrolla en algún momento del Pleistoceno, la forma de razonar, y en muchos aspectos el nivel de conocimiento de los protagonistas, se corresponden con la actualidad; por ejemplo en uno de mis episodios favoritos discuten sobre si observar tal o cual especie animal les permitiría saber si se hayan aún en el Pleistoceno medio, ya en el superior o, Dios no lo quiera, todavía en el inferior.

El autor era un periodista, escritor y editor, formado como sociólogo, y este curioso libro habla más en realidad de economía y de la mente humana que de ciencias naturales. Si bien tanto lo que cuenta como el escenario donde se desarrolla la acción son a grandes rasgos coherentes, se da en el paisaje una mezcolanza de climas y especies animales de diversos momentos del Cuaternario y diversas regiones geográficas totalmente inverosímil. Además, muchas de sus aproximaciones al fenómeno evolutivo son más lamarckistas que otra cosa (normal, es la visión "lógica" del asunto), y por supuesto las adaptaciones se suceden a una velocidad de vértigo. Me huelo por lo demás de que el libro debe de estar plagado de referencias a teorías sociológicas que no he sabido captar, y que tal vez otro disfrutase más; pero en todo caso es una obrita corta y ágil, que se lee en dos patadas, y con la que yo al menos me he reído mucho y en alto.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario