jueves, 22 de agosto de 2019

Todo esto antes era campo...

Al levantarme al baño por la noche (ejem, la edad), escuchar por la ventana abierta un cárabo (búho eminentemente forestal) dando la murga, y desvelarme (la edad, told you), fue naciendo en mí la idea de esta entrada. "Todo esto antes era campo"... y además, literalmente: buena parte de las saucedas y otros bosquetes que conforman el verde oscuro de la imagen, el paisaje hacia el sur desde la casa de la aldea, eran campos de cultivo y prados de pasto y siega la primera vez que me asomé a esa ventana; los arbustos de aquellas se limitaban a formar setos entre campos de cultivo. Y desde esa situación "intermedia", A Limia se ha desplazado hacia los dos extremos: o fincas abandonadas con bosque en regeneración* o cultivos intensivos donde no quedan ni setos, ni hierbas, ni nada que no sean patatas, trigo o maíz. No es la situación ideal para muchas de las aves de medios agrícolas (las forestales dan palmas con sus inexistentes orejas, por otra parte), cuyas poblaciones caen en declive al no tener ni arbustos donde anidar ni campos donde comer; aves como la tórtola europea, que antes era tan frecuente en esta comarca (donde, por cierto, más se las caza en Galicia; aunque esa ya es otra historia suficientemente desarrollada este año...).
Revirtamos pues A Limia a su estado original, que es... ¿cuándo? ¿Cuando todo esto era campo, en mi niñez? ¿O cuando todo esto era campo de verdad, esto es, antes de que migrasen a Bilbao y Alemania buena parte de los jóvenes que cultivaban tierras que, desde entonces, comenzaron un proceso de abandono del que yo solo estoy contemplando el final? ¿O antes incluso aún, cuando aquí no había ni campos ni campas, sino una laguna? Eso sería tal vez lo deseable, pues "una laguna" es lo que más tiempo estuvo siendo esta comarca antes de retrotraernos a épocas prehistóricas. Una laguna que seguramente albergó poblaciones muy importantes a nivel peninsular de muchas aves acuáticas, poblaciones que sería crucial recuperar... o tal vez no, no sé; a fin de cuentas nadie se acuerda ya de ellas, nadie las echa de menos, mientras que yo sí echo mucho de menos los grandes bandos de tórtolas y los aguiluchos pálidos y cenizos de mi niñez...
Shifting baseline, que es de lo que va esta entrada, es un concepto con el que me crucé recientemente, aunque lleva manejándose en biología de la conservación desde hace décadas, y que no sé traducir satisfactoriamente al castellano: viene a decir que muchas veces, cuando queremos preservar un hábitat o conservar una especie, tendemos a aspirar a condiciones que se nos antojan ideales en nuestra memoria, pero que tal vez no sean tan ideales después de todo, pues nuestra memoria es débil, miope y muy selectiva. Yo recuerdo y me gustaría volver a ver el castillo de Monfragüe sin todas las barandillas, luces y demás medidas de seguridad que a mi modo de ver le han robado el alma, pero estoy por lo demás tan contento con la carretera asfaltada que sube hasta su base y que seguramente horrorice a los que peinan más canas que yo en esto de pasear el monte... Es importante pues contar en cualquier proyecto de conservación con cuanta más información histórica objetiva mejor, para asegurarnos de que se restaura y conserva lo que había realmente, y no lo que creemos que había. Eso, y aprender a vivir también con el enfoque práctico de que "lo que había" igual no es lo que toca que haya ahora, vistas las circunstancias actuales. No envidio desde luego a los gestores que tienen que (o que deberían) lidiar con todas estas disquisiciones... a mí seguramente me costaría tanto decidirme que, para cuando llegase a alguna conclusión, esa ya se habría quedado obsoleta.

*O, en boca de los locales, "fincas que se come la maleza". Una única realidad y dos formas de expresarla con implicaciones bien distintas y contrapuestas...

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