martes, 3 de septiembre de 2019

Biólogo de bellota

Dentro de mi moderado interés por la botánica, me gustan mucho los robles: a nivel peninsular tenemos una diversidad de árboles y arbustos del género Quercus bastante grande en comparación con otras regiones de Europa, pero ni son tantas especies ni tan similares entre sí como para que cueste demasiado distinguirlas. Aunque esta última afirmación hay que relativizarla un poco, pues el crecimiento de las plantas es muy plástico y las características de hojas o frutos de una especie (o de un mismo individuo) pueden variar notablemente de aspecto en función de las condiciones ambientales. Y luego están los bichos raros, como el que me encontré la semana pasada en Orense, y que resultó ser por lo inesperado mi mejor regalo de cumpleaños.

 Tres ramilletes de roble que me traje a casa, para hacer las fotos con más comodidad y de paso ver si Perfumerías Arenal me ingresa algo en concepto de publicidad. El entorno de la ciudad, bastante cálido por estar en un fondo de valle y a poca altitud, pero también húmedo, ofrece las condiciones ideales para que sea el alcornoque Q. suber la especie climácica: la que formaría bosques en condiciones ideales (pero como las actuales distan mucho de ser ideales, tenemos mayormente pinares, horribles masas de mimosa y matorral variado). Sin embargo, en las laderas orientadas al norte y a orillas del río, con una humedad mayor, crecen también muchos pies de roble carballo Q. robur (izquierda) y melojo o rebollo Q. pyrenaica (derecha); bastante fáciles de distinguir... hasta que me encontré con un árbol cuyas características parecían ser una combinación de las de las otras dos (en medio).

 Las hojas del carballo (arriba) tienen la típica forma lobulada que, por nuestro sesgo europeo (pues en América son minoría) asociamos con la "hoja de roble" arquetípica. También son así las del melojo (abajo), pero en este caso los lóbulos son mucho más profundos. Y en este sentido, nuestro amigo del medio "rebollea" un poco...

 ... aunque al atender al envés de las hojas la situación se torna menos clara. En comparación con la foto anterior, se ve mejor en esta que las hojas del carballo tienen un pedúnculo muy corto, y que el limbo forma como un lobulillo (aurículas) a cada lado del mismo. Y además, carecen de vellosidad (glabras), por lo que se ven "verdes", a secas, y lisas. Las del rebollo son de pedúnculo largo, sin aurículas, y son fuertemente vellosas (pubescentes), lo que le da a la hoja un taco aterciopelado y un tono más grisáceo. Y las del roble raro andan ahí a medias: pedúnculo más largo que en el carballo, pero con pequeñas aurículas, y una pubescencia intermedia.

 El pedúnculo de las bellotas sigue en cambio un patrón opuesto al de las hojas: es muy largo en el carballo, donde además aparecen varias bellotas en racimo, y corto en el melojo, donde las bellotas medran solas o por parejas. Y "ni pa ti ni pa mí" en el tercero en discordia:

Al que aquí veis en todo su esplendor híbrido, pues eso es lo que es: un híbrido natural entre ambas especies de robles, que lleva por nombre científico Quercus x andegavensis (en los nombres científicos la 'x' central indica el origen híbrido del taxón en cuestión). Las plantas tienen en general una facilidad para hibridarse mucho mayor que la de los animales, y los robles no son una excepción; donde coinciden varias especies suelen aparecer ejemplares mixtos, a veces muy curiosos y largamente reconocidos como singulares por la gente del campo con el nombre de "mestos" (id al enlace; merece la pena). En ocasiones estos ejemplares mixtos prosperan bajo ciertas condiciones ambientales mucho mejor que cualquiera de sus especies parentales, y llegan a formar masas exclusivas, como las de Q. x cerrioides de las sierras prepirenaicas. Esta capacidad de generar individuos mixtos, y de multiplicar así el rango de ambientes en que los robles en conjunto pueden prosperar, seguramente sirva, si no a las especies independientes sí al concepto "árbol de buen porte, protector y productor de bellotas", para perpetuarse en este mundo de condiciones cada vez más variables e inciertas... siempre y cuando tengamos las manitas quietas con mecheros y colillas, claro.

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