lunes, 2 de septiembre de 2019

Cuando dos amigos (y un perro) se van...

Los que fueseis lectores habituales de mis blogs anteriores conocéis de sobra a los protagonistas de la historia de hoy, pero tal vez no los detalles. Sucedió el 2 de septiembre de 2013, lunes, como hoy, y día oficioso de vuelta al curro en el departamento. A eso de las once, como de costumbre, un mensaje en el grupo de becarios avisaba de que ya iba siendo hora de bajarse al café. Vino Joaquín del despacho de enfrente a buscarme, y dijo que se estrenaba en su despacho el chaval que haría máster con su mismo director ese año y que, si sacaba beca, sería su sustituto. "Un nuevo colega, pues le decimos que baje también". Lo invitamos y se vino. "Este es Antón..." "¡Hola!", "Hola, yo soy Álex". Bajamos. Sofi, mi hermana de tesis, la más maja de todas, había hecho una tarta de queso para celebrar que hacía nada había sido mi cumpleaños. Soplé las velas, y mientras nos la comíamos el nuevo dijo que "jeje... bueno... pues es que también es mi cumpleaños hoy". Pues felicidades, macho; y bienvenido. 

Y el fin de semana siguiente quedamos fuera de la facultad por primera vez, y no hizo falta más. A lo largo del máster, Andrea se incorpora a la ecuación, también para quedarse, también para volverse imprescindible. Y unos años más tarde llega el peque, el orejotas, Brego: el perro más majestuoso de Madrid. Ya está el equipo al completo:

Ahí están los tres; ahí pueden estar...
Seis años. Y hoy añadimos una celebración más al aniversario: que el chico, que tonto no es, empieza de postdoc en Harvard. Y algo se me murió al ver ayer al amigo que se iba, en Barajas; pero resulta que es que se van los tres: un par de días necesarios para papeleos adicionales, y allá que vuelan los que faltan. Normal, claro, pero ¿y a mí quién me indemniza? Tras pasar la otra cara de esta pena cuando era yo el que se iba de postdoc, no veo la necesidad de experimentar también la de ser el que se queda... pero qué le vamos a hacer, bendito sea Dios.

Bendito sea Dios, que siempre me ha puesto cerca a alguien mucho mejor que yo al que poder llamar "amigo". Lo pienso muchas veces: cada vez que oigo a alguien decir, con voz de estar de vuelta de todo, que "al final no puedes fiarte de nadie, solo de ti mismo". Cada vez que alguien dice "pues yo estoy la mar de bien solo", o por el contrario cada vez que alguien, con tristeza, dice "¡qué solo estoy!"... ¿Cómo puede vivir la gente vidas tan incompletas sin volverse loca? ¿Cómo puede alguien pretender ir solo por la vida, con lo insignificantes, mezquinos y mediocres que somos así por separado?

Bendito sea Dios, porque aunque el golpe ha sido duro y estoy, básicamente, en la mierda, sigo teniendo otros amigos excelentes que me consuelan, me animan y me riñen y me dan un tortazo para sacudirme la tontería. Si no rezáis, si solo lo vais a hacer una vez, para pedir una sola cosa, pedid tener siquiera un amigo. Que el mundo nunca se ve del todo hasta que se ve también a través de los ojos de otro...

2 comentarios:

  1. Espero que tengan mucha suerte. Y miralo por la parte positiva, en cuanto dispongas tendrás un nuevo sitio donde ir a verlos.

    Bonita entrada, por cierto. Una de tantas

    FJP

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    1. "Una de tantas"... pocas, jaja. Pero siento menos el agobio de tener-que-escribir-sin-tener-nada-que-decir que me llevó a cerrar el anterior. La verdad es que Twitter viene muy bien para liberar las ganas de escribir chorradas inmediatas que sería difícil hacer cristalizar en entradas...

      Y gracias, amigo =)

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